A Atlético, la cancha de Brown le quedó chica. Y la chance al alcance de la mano de meterse finalmente en puestos de ascenso, demasiado grande. Porque si bien el “decano” con un hombre menos estuvo cerca de llevarse un punto a Tucumán, también lo es que el agónico 1-0 del “trico” fue un castigo merecido a su falta de profundidad –11 contra 11- y a su renuncia al protagonismo a partir de que se quedó con 10.
El partido tuvo como bisagra la expulsión de Despósito apenas arrancado el complemento. A partir de entonces, Atlético y su técnico olfatearon que el empate era negocio y el equipo se metió bien atrás, regalando pelota y terreno a un rival limitado, que apuesta al centro y al pelotazo en pos de aprovechar las reducidas dimensiones de su campo.
Así, el “decano” pasó del 4-3-3 declamado por Erroz en la previa –que nunca fue tal en la cancha-, al 5-3-1 del último tramo del partido, con tres zagueros centrales y Ontivero como única referencia de área, paradójicamente ubicado casi siempre fuera del área. Cuando la pisó, a los 82’, tuvo en su botín la más clara pero, mano a mano con el arquero local, le disparó al cuerpo. Hubiera sido demasiado premio.
Cuatro minutos después, Atlético se quedó con las manos vacías, cuando Sproat abrió a la derecha para Guerreiro. El goleador de Brown –lleva 14 en el torneo- no dudó: remate fuerte, floja oposición y desvío en Canever, y un Lucchetti parado, con su primer palo descubierto, que decepcionado la fue a buscar adentro.
Al modesto equipo de Adrogué, el gol le cayó como una bendición del cielo, para alejarse de la zona del descenso, justo cuando estaba próximo a deslizarse en ella. En cambio, el purgatorio de Atlético continúa: segunda derrota consecutiva, dos puntos sobre los últimos 12 y la sensación de que la fiesta ante el “diablo”, en Avellaneda, pudo ser la antesala de su propio infierno.