Los datos conocidos del informe difundido en Maastricht confirmaron una tendencia que se venía insinuando en el último par de años: nunca como antes se pagaron precios tan altos por las obras de arte; nunca como antes se vendió tanto.

Si el mercado de arte movió 65.000 millones de dólares, debe aclararse que esa cifra representa sólo un dato de la realidad; importante, por supuesto, pero no toda. Sucede que hay muchas otras operaciones que no pasan por el mercado, y que se contraen directamente entre vendedor y comprador (así se comercializó una pintura de Cezzane, por ejemplo, en más de 200 millones de dólares; y tantas otras que no se conocen).

El informe también da cuenta de un nuevo fenómeno que no estaba cuantificado: la existencia de 600.000 coleccionistas que son millonarios, y que adquieren arte de nivel medio a alto.

Pero además, siempre según esa publicación: los negocios en el mercado global del arte en 2013, supusieron 2,5 millones de puestos de trabajo directos, incluyendo 400.000 puestos en la Unión Europea, 587.000 en Estados Unidos y 300.000 en China.

Sin duda, la incorporación definitiva de China y Qatar a este mercado, han colaborado en dinamizarlo. Esto, a pesar de que en el primer país los últimos controles han bajado su posición a un segundo lugar.

Desde un punto de vista más general, el arte se está transformando en un objeto de lujo, que otorga gran prestigio, pero también en un valor refugio para las grandes fortunas.

El filósofo Walter Benjamin, en 1936, escribía sobre el valor cultual del arte, que lo convertía en una mercancía especial en el sistema capitalista (más que una mercancía, en rigor, considerada por su valor de uso y su valor de cambio). Ese valor cultual parece haber desaparecido en estos tiempos, si se observa que se destaca su valor de cambio.

En tiempos de crisis, el arte es, como se ha dicho, un refugio para los capitales. Allí van a parar millones de dólares que se desvían de otras inversiones.

Es verdad, esta realidad es tan lejana a nuestra comarca, que parece incomprensible. Pero el capitalismo, tarde o temprano unifica, y avanza a través de la ley del desarrollo desigual y combinado. A otra escala, seguro, y con otros valores, pero mercancía al fin.