Aunque es demasiado prematuro adelantar profecías y esté lejana en el horizonte la madre de todas las batallas por la sucesión presidencial, desde ya, huele a peronismo el futuro inquilino de la Casa Rosada. El salto meteórico de Sergio Massa, eyectado desde la alcaldía de Tigre, intempestivamente plantó en el escenario nacional una nueva relación de fuerzas dentro de la política, convirtiéndose, de movida, en un aspirante a la poltrona mayor de la Argentina. Con su férrea posición contra la reforma del Código Penal, en un santiamén, de forastero e ignoto, se transfiguró en un referente insoslayable. De él, se habla -bien o mal-, pero se habla, instalándose con solidez entre los presidenciables.
Massa, acaso sin quererlo o a propósito, escindió el partido de Perón, de norte a sur y de este a oeste. Armó un desparramo en la Casa Rosada y dividió las aguas en la opinión pública, en la oposición y en el Congreso, sin tener aún estado parlamentario la reforma. No se sabe qué resolverá la Presidente. ¿La mandará, empaquetada, con algún maquillaje? La Corte Suprema declaró inconstitucional la eliminación de la reincidencia, dándole la razón a Massa. Sin nacer, quedó hecha jirones. Tratadistas de todo pelaje y especialistas en derecho penal en algo están contestes: la necesidad de sistematizar el Código -hoy un mamarracho, descuartizado con tantos parches y enmiendas-, como también actualizarlo, ajustado a las modernas doctrinas de esa rama del derecho.
Las encuestas de última hornada revelan que Massa se perfila como el predilecto del electorado para ocupar la silla donde se sienta la viuda de Kirchner. Más que probable es absolutamente seguro que el peronismo llegará al choque de 2015 dividido en dos o tres facciones, o acaso más. Ergo, habrá inexorablemente segunda vuelta en la que las demás fuerzas políticas estarán en desventaja, incluida la alianza de centro-izquierda. Nuevamente el PJ, como ya ocurrió otras veces, resolverá la interna con el voto de todos los argentinos. Mal que le pese al multicolor arco opositor, la mayoría del electorado está en manos peronistas. Es un crudo dato de la realidad y surge de la simple suma de las expresiones de Massa y Scioli.
Todo pinta que la sucesión presidencial lucirá un sayo peronista. Scioli se tirará al agua, con o sin la venia de Cristina; las mediciones lo dan detrás de Massa. También ella a la hora de la largada exhibirá su parejero. ¿Quién es? Por ahora, un insondable secreto. En el análisis político, es válido el ejercicio de prospección. Si no, sería hablar con el diario del lunes. Aquí, una hipótesis para la reflexión, nada más. La viuda de Kirchner dio últimamente muestras de acercamiento a Mauricio Macri, a quien no ama. Sin embargo, lo trata por su nombre de pila y de vos, pero él a ella de usted. Se habla de un pacto en catacumbas como un rumor insistente. Macri desmintió.
En Olivos o en la soledad de El Calafate, Cristina seguramente cavila sobre su vuelta al poder en 2019. Entonces, pisará las vísperas de sus 70 otoños. ¿Habrá pensado alimentar la candidatura de un no peronista como Macri? ¿Cómo sería posible? Imagina que bien podría calcar el fenómeno que se produjo en Chile, con el retorno de Michelle Bachelet al Palacio de la Moneda. La presidente x 2 derrotó a la derecha chilena contundentemente. Claro, la trasandina se fue con gloria, y el adiós de Cristina no será igual. Para ella, Macri en la Argentina es Piñera. Entonces, por qué no alentar su postulación, antes que entregar el mando a un peronista inconfiable para el cristinato. Menem ya jugó contra Duhalde, en beneficio de De la Rúa. La política -como la vida- está llena de sorpresas, a veces con opciones inesperadas.
En la aldea Alperovich está dispuesto a mantener la dinastía familiar con control remoto, desde su cargo de senador nacional, si los hados le son propicios. A modo de copia de lo que hizo Gerardo Zamora en Santiago del Estero. Una de las fórmulas en danza sería la de Osvaldo Jaldo-Betty Rojkés. Un premio consuelo después de su decapitación sin anestesia. No es fácil que la senadora acepte el papel de partenaire. Al revés, sí. En tanto, se reservaría la silla de la intendencia para Hugo Cabral, actual Defensor del Pueblo. Así, los radicales José Cano y Silvia Elías ya tendrían sus respectivos contendores.
La visita de Massa dejó remezones que resuenan aún. Para el Jefe, fue un trago ácido. Bajo sus narices pudo comprobar cómo su hermandad, otrora obsecuente, de la cual era el curaca, comenzó a disgregarse en retirada, abandonándolo a la hora de la caída. Aquí, el tigre bonaerense revolvió las aguas del alperovichismo y comenzó a desbaratar la tropa oficialista que ya acusa bajas. Acaban de sumarse a la revuelta el legislador Víctor Lossi y el concejal Esteban Dumit. Massa fraccionó el peronismo entre quienes galopan a su lado y el alperovichismo.
Es, en realidad, una historia de pago chico, pueblerina, que mueve a risas, si detrás no hubiera una densa trama política, secuela de la reciente visita. La sesión inaugural del Concejo Deliberante de Famaillá podría formar parte del teatro del absurdo donde los actores actúan para un público imaginario. Hablan, hablan y hablan sin ton ni son, sin que nadie los escuche. O bien, de una comedia de enredos con escasísima concurrencia, porque no merece verse.
Lo cierto es que el jefe municipal, Enrique Orellana, por toda audiencia sólo tuvo dos ediles de su palo -de los 10 del comité- a la hora de rendir cuentas. Entre bostezos, oyeron el tedioso mensaje dirigido a los vecinos. La ausencia de los 8 restantes, con guiño del zar, se inscribe en la pelea que la dupla Orellana-Orellana mantiene con el ex patrón. El intendente dejó entrever que tal ausencia había sido tarifada, mirando fijo a la Casa de Gobierno. Provocó la reacción de su inquilino, quien negó la acusación. No podía decir otra cosa, pero es sabido el convincente manejo de la billetera oficial en poder de Alperovich.
Es él -no dudan los mellizos- quien mandó a Jaldo a realizar dos actos en el territorio que los Orellana Brothers consideran de su exclusiva pertenencia. La inasistencia no fue más que un contragolpe de José con guantes de su palafrenero. No digiere la cuña que metió en su cofradía el trío parlamentario, primero con el éxodo y luego con la venida del huésped no deseado. El acto que se ofrendó a Massa tuvo, números en mano, mucho más gente que los de Jaldo, sumados y multiplicados por dos, en opinión de los lugareños.
Lo más grave es que se deslizó, sin llegar a ser un cargo, la vinculación del intendente con el tráfico de drogas, comparándolo con Pablo Escobar Gaviría, algo demasiado pesado para cualquiera, político o no. Enfáticamente, el legislador salió a defender a su hermano y descargó un mazazo al César, al decir que con la versión se quiere ocultar la gravedad del caso Lebbos. Fue más lejos. En diálogo con esta columna soltó: “al patrón del mal hay que buscarlo en la Casa de Gobierno”. El contrapunto entró en el fango y golpeó a su ex jefe donde más le duele, con carácter extensivo a su familia. Horacio Verbistky, ideólogo K, en su columna de Página 12, calificó de ruin a la policía tucumana y dijo que los capos (narcos) “tienen fácil acceso a los despachos oficiales”.
El legislador no anda tan errado. La causa por la desaparición de la estudiante, ocho años atrás, ingresó en la recta de definiciones. Sería inminente la detención de un personaje vinculado al corazón del poder. De este asunto tan sensible estaría al tanto Alperovich y de ahí -según quienes lo frecuentan- su irascibilidad últimamente. Nadie olvida que el asesinato de la catamarqueña María Soledad Morales terminó con la satrapía de los Saadi.
Se tiene la certeza en el oficialismo que los resultados de la próxima consulta no serán los de antes. Perderán bancas y algo más. El jefe supremo instruyó a sus amanuenses electorales a buscar una fórmula que evite el desgajamiento. Trabajan sin dormir. En la papeleta de los municipios se adosará, impresa, la lista de legisladores de las secciones. En síntesis, se reeditará el “voto boligoma”, que tiró abajo la camarista Eve López Piossek en la última consulta. Cano puede hacer lo mismo.
La soga y la saga se tensan cada día que pasa. Desde la ruptura de los mellizos con Alperovich y el kirchne-cristinato, los choques crecen. El éxodo se incrementará a medida que se aproxime el cambio de mano del poder. La sangría en la tropa propia es una preocupación que desvela a Alperovich. Si no hay más deserciones en la Legislatura es porque a su tribu la sujeta con los gastos sociales. Ahí es un caldero a punto del estallido con sorda bronca contra el Duce, por no insistir en otra reelección. Los dejó muy mal y los obsesiona volver a la calle, dejando de percibir sumas suculentas como levantamanos. La mayoría hizo fortunas, de la noche a la mañana. Para los paniaguados fue un mandoble durísimo que no terminan de deglutir.