“Qué me estás diciendo, me estás ofendiendo; no me digas negro soy igual que tu”. Las primeras líneas de “Alma blanca” de “Meta Guacha” atronan en el inicio del programa de radio del grupo “Ganas de vivir”, en la Costanera Norte. “Bienvenidos al programa número 28”, empieza Emiliano, -recién bailaba sin moverse, al ritmo de los teclados- uno de los locutores del programa junto con Carlos Alberto. Ellos, con otros 30 chicos, participan en el grupo que se reúne todos los viernes en la casa de Blanca Ledesma. Las reuniones del grupo, desde hace un año y medio, se realizan bajo la sombra de dos moreras con los psicólogos Emilio Mustafá y Martín Vizgarra. “Hasta ahora 14 chicos dejaron de consumir, gracias al dispositivo. Es apenas una experiencia pequeña en un barrio enorme y con muchísimas necesidades. Pero al menos sienta el precedente para buscar que decante una decisión política”, explicó Vizgarra.

La radio “El Ángel David y Nélida” funciona en una pieza en el hogar de Daniel Acuña. Allí abundan los afiches de Atlético, Gilda y “El Potro”. También hay varias fotos de David, hijo de don Acuña, y un cuadro pintado con el rostro del joven. David fue asesinado el 25 de diciembre de 2004, cuando quisieron robarle. Tenía 16 años y había abandonado la escuela -era abanderado- para ayudar a su padre en el sostén de la familia: era cartonero. En la radio hay un cuadro que tiene tres billetes y una moneda de un peso; son los $21 que David tenía cuando murió. “La radio es la alegría del barrio”, acotó el hombre que perdió a otra hija (Nélida, mi “Nelly”), el año pasado. “Le puse el nombre en honor a mis hijos, pero la radio es de todo el barrio. Y la gente lo siente así”, indicó.

“El programa de radio surgió a partir de varias experiencias de discriminación”, explica Mustafá (ver “El consumo...”) . Uno de los chicos fue a un curso de panadería y cuando contó que era de la Costanera, sus compañeros lo discriminaron. Esto lo angustió mucho y la posición de todo el grupo fue de apoyo. “Así es como nace el programa de radio, como parte integral del dispositivo terapéutico. Ahí notamos la importancia de los medios como herramienta de salud”, indicó. A partir de allí, en la radio del barrio se enuncian las problemáticas que genera el “paco” en la Costanera, las discriminaciones, los problemas para conseguir trabajo, la tarea del comedor comunitario y las actividades del Caps. “Es muy significativo que chicos adictos (la palabra significa sin dicción) retomen la palabra desde la radio. Es un impacto tanto para el chico como para la propia comunidad. Es el espacio para decir lo que todos saben pero nadie dice”, expresó Mustafá.

Se respira lucha

Blanca tiene 51 años, siete hijos y siete nietos. Es una de las madres del pañuelo negro que denunció hace años la crítica situación por la venta del “paco” en la Costanera. Vive hace 35 años en el barrio. Tres de sus hijos forman parte del grupo de chicos que busca recuperarse de la enfermedad del paco. No mira a los ojos cuando habla de los problemas del barrio. La democracia pavimentadora no llegó a esta zona. “Me gustaría ver el barrio como antes, sin “paco”. Que deje de haber chicos tirados en la calle cuando consumen. Con las madres que empezamos, con Dora y Elsa, siempre preferimos no tener qué comer pero que nuestros hijos estén bien. ¿Qué remediamos con tener comida? No me sirve que den las 12 y que comamos cinco porque hay tres hijos que están enfermos”, sentencia Blanca.

Sólo levanta la mirada cuando es consultada por el nombre del nieto que alzaba hace un instante. “Antes nadie andaba fumando paco y menos de esta manera. Sí se veían chicos con poxirán o faso, pero no como ahora. Cada vez se está vendiendo más. Si no luchamos, nadie nos ayuda. Uno pide ayuda a la Policía y dicen no. Es la misma que sabe todo”, dijo. “Ojalá que algún día todos tengan trabajo. Ninguno de los que está en el grupo tiene trabajo, son changarines. No tengo vergüenza de mi barrio, lo defiendo, pero no puede haber chiquitos que desde los 8 años fumen paco”, finaliza.

Al igual que Blanca, César (26) también habla mirando fijo un punto perdido entre los ladrillos de la pared. Como en un cuento de Camilo Blajaquis, en la calle la música le pone ritmo a la pobreza. “Estuve internado en Misiones, en El Dorado. Luego me vine para acá y fue peor. No duró nada lo que me había recuperado y caí de golpe en lo mismo. Empecé a consumir y consumir, me estaba matando. Después empecé a venir a la casa de Blanca. Así pude salir adelante. La lucha era de todos los días. Hoy estoy agradecido a Emilio y a Martín. Estoy vivo gracias a ellos. Llegué a pesar 40 kilos y ahora estoy arriba de los 80. Lo único que necesito es un buen trabajo, estable, para asegurarle algo de futuro a mis hijos y que nunca vivan lo que me tocó vivir. Todo se puede en la vida”, dijo César. Carlos Alberto (20), en cambio, mantiene la mirada. Agradece al grupo pero lamenta la discriminación contra el barrio: “por suerte ya no estoy tirado como antes. Trabajo vendiendo comida de jueves a viernes. No tengo nada seguro. Dentro de todo estoy bien, antes no tenía nada. Ahora estoy mejor, pero no económicamente. Que vengan los psicólogos para mí es muy lindo. Ahora ando con ropa que me gusta, no la vendo como antes“.

Ramiro es otro de los que sufrió la discriminación con crudeza, cuando fue a un curso para aprender oficios: “fui a la escuela Obispo Colombres, hace seis meses. Dije que era de la Costanera y que antes era adicto. Ahí todos mis compañeros se miraron y me comenzaron a ignorar. Fue muy duro. No me insultaron, pero me sentí terrible por esa discriminación. Por episodios así empezó el programa de radio, gracias a don Acuña y los chicos que vienen los viernes a ayudarnos. Yo disfruto mucho los programas”.

60 años de “Costanera”

La Costanera es una barriada que incrementó su población luego del cierre de los ingenios en 1966. Así lo asegura Vizgarra: “este barrio creció con cada una de las tragedias que padeció la provincia”. Según un estudio del Promeba, hay 1.600 familias en Costanera Norte y 800 están en una situación crítica. En total, en la zona viven unas 6.200 personas”, precisó. En el dispositivo de salud articularon tareas con el comedor comunitario que funciona desde hace unos meses (con ayuda de la Cruz Roja). “Esta semana, además de lo que cocinamos todos los días, haremos porciones extras para llevarles a los chicos que están consumiendo, para que no coman de la basura”, dijo Blanca.

Comunicadores de la Agencia de Prensa Alternativa (APA), que colaboran en el programa de radio, filmaron un documental sobre las luchas de los jóvenes del barrio (el jueves harán público el corto en el teatro Virla). En el barrio ya lo vieron, el 20 de diciembre, cuando proliferaban los rumores de nuevos saqueos.El documental muestra cómo los chicos se apropian de la radio, así como el proceso transformador con el que buscan cambiar la realidad del barrio.

Los protagonistas se emocionaron; y agradecieron haber sido los primeros en ver ese corto en el que ellos pudieron contar su realidad bajo su propia mirada.