BUENOS AIRES.- Del estado de la Nación, poco y nada. Apenas una referencia de Cristina Fernández de Kirchner al abrir su discurso al crecimiento económico del año 2013 y a la tasa de desempleo.
Sin embargo, la Presidenta no realizó una sola mención al monumental déficit fiscal que orilló los 20.000 millones de dólares, catapultado por una política de expansión del gasto y el sistema de subsidios cruzados y financiado con emisión monetaria y reservas.
Hizo hincapié en la reducción de la pobreza, pero omitió la devaluación y los altos niveles de inflación.
En una apretada síntesis, a pesar de lo extenso de su exposición, la Presidenta continuó con “su” relato, obviando la realidad.
Esa realidad que habla de una abrupta caída de la inversión, de la suba de precios, tasas de interés y tipo de cambio y de un derrumbe del poder de compra de los salarios, de las jubilaciones, de las ventas y de las crecientes suspensiones y despidos.
Hasta cayó en graves contradicciones como destacar que “el país produce alimentos para 450 millones de personas”, a pesar de que se destinan millones de dólares a tres millones de niños que no cubren sus necesidades alimentarias, o bien cuando destacó el nivel del salario mínimo vital y móvil, a pesar de que éste supera al básico de los docentes.
En las pocas menciones que hizo hacia adelante, también tropezó varias veces. Por un lado, respaldó la política monetaria del Banco Central y por otro, destacó la necesidad de financiar a tasa negativa el capital de giro de las PYME, porque no pueden aguantar la suba de tasas de interés, recientemente adoptada para frenar la suba del dólar.
También anunció la incorporación de 1.800 megawats durante 2014, aunque no explicó por qué se produjeron los cortes de electricidad en los meses pasados. Mencionó la finalización de la eterna Atucha II y la remodelación de Embalse, pero no dijo cuánto iban a costar tan delicadas obras.
Se aventuró a pronosticar un autoabastecimiento energético con la estatización de YPF, pero no mencionó cuándo ni cómo, en momentos en que se dilapida la energía con tarifas irrisorias.
Por otro lado, solicitó a los empresarios que valoren el esfuerzo hecho durante la “década ganada”, al tiempo que los amenazó con “multas y clausuras”, frente a lo que definió como “un abuso de los sectores concentrados monopólicos y oligopólicos”.
Además, desafió a las terminales automotrices a analizar el impacto de la suba de los impuestos internos, aunque reconoció que la caída de la producción de vehículos está atada a la baja de la demanda del Brasil. Otra evidente contradicción.
En tanto, defendió la integración en el Mercosur y el intercambio compensado en el sector automotor, criticó la suba de precios de los autos y cargó contra las terminales y, acto seguido ponderó el consumo de autos y motos durante 2013, pero no hizo mención alguna al efecto inflacionario que disparó la compra de esos bienes durables como refugio, ante la suba de precios.
En Seguridad Social, destacó como un logro que el 53% de los pasivos cobran el haber mínimo de 2.757 pesos, ubicado por debajo del salario mínimo vital y móvil, mientras el dinero de la Anses, hoy convertida en un banco pignoraticio, se destina a financiar viviendas y cuando no, al déficit del Tesoro.
Por último, anunció 1.200 millones de dólares para el sector ferroviario con fondos del BID, mientras se corren trenes diésel en ramales donde desde hace un siglo corrieron trenes eléctricos.
Señales confusas, contradicciones y amenazas. Tiempos de convulsión, por venir.