-¿Qué tipo de lector es el crítico?

-Se lo asocia a un lector sesudo, distante de sus afectos, ávido cazador de metáforas, estructuras, nexos… que sopesa juicios y hallazgos, en fin, para nada un sentimental. Hasta la misma palabra, crítico… ¡es anagrama de cítrico! Un ácido de la lengua… Para mí es un lector que escribe, y que no puede dejar de escribir aquello que le aparece cuando está leyendo. Claro que hay críticos académicos, literarios, ensayísticos. Me quedo con la crítica gozosa, la que extrae más de lo que encorseta y luego lo lanza al lenguaje como fruto de sus lecturas. Los textos cautivos de Borges, el placer en Barthes o los bordes en Blanchot.

-Tus columnas reflotan los sabores, los olores, los sentidos, los placeres de la lectura. Hablás del placer de leer esos libros que están agotados, te referís a aquellos autores que están más allá de la pura actualidad. ¿Cuáles son los autores que han signado tu labor como crítica?

-En cierto sentido, los que acabo de mencionar. Pero también el perfil más caprichoso –a veces demasiado- de las clases de Nabokov. Y ya de manera más reciente, ciertos consejos de Daniel Pennac en su librito Como una novela. Pero realmente, si me preguntás por la forma en que me llegan los textos y el modo en que intento dar cuenta de ello, me siento cercana a la lectura vital, como una peripecia, de Don Quijote.

-Algunos de tus textos son una mezcla de perfil y crítica, otros son recomendaciones, otros comentarios de toda la obra de un autor y un balance necesario. El texto sobre Tizón es impecable y cruza el perfil y la observación sobre la salvación por escritura. ¿Cómo trabajás tus textos? ¿Cómo los encarás?

-El caso de Tizón es particular. Es un texto que me vino del impacto de su muerte como final de una escritura. Como si se hubiera acabado un mundo y se perfilaran sus contornos. Es un retrato de sus gestos literarios y de su gesta moral.

-Cuando hablás de Tizón, decís: ¿de qué se salvó escribiendo El viejo soldado…? ¿De qué se salva Silvia Hopenhayn escribiendo las columnas sobre libros?

-Se trata de un encuentro bello, temprano y obligado de los días martes. Me gusta el vértigo del periodismo y lo combino con la placidez de la lectura. Tengo tiempo para leer –todos los días anteriores. Pero el martes es el momento de escribir. Debo enviar mi columna antes de las 14 hs. porque aparece los días miércoles. También eso me gusta: de un día para el otro, y lo leído es para otros. Quizá me salvo de los días martes.

-En “Día del lector: el nacimiento de Borges”, proponés “desoír el pronóstico del tiempo, faltar a citaciones y dedicarse todo el día a leer”. Y después, agregás: “la lectura es un viaje sentimental”. ¿Podrías hablar de este asunto (siguiendo el título de Barnes)?

-Es un viaje sentimental, pero en un sentido distinto que el crucero del amor… no se trata de conocer tierras remotas de la ficción. Lo sentimental corre por cuenta de la lengua (de su susurro, para seguir con Barthes). Es un viaje sentimental porque somos seres de lenguaje y nos constituimos mientras estamos leyendo. ¡Eso es puro sentimiento! Y ya que vos seguís el título de Barnes para tu pregunta, yo agrego el título de Laurence Sterne para mi respuesta: El viaje sentimental, que es uno de mis libros acompañantes.

-¿Cuál creés que es la función de la crítica (si acaso tiene una función)? ¿Pensás que la crítica es una forma de la autobiografía, como decía Wilde?

-En cierto sentido, me parece que sí. Al menos denota el recorrido de una mirada, y en eso hay mucho de lo propio. Recuerdo cómo Nina Berberova, una excelente escritora rusa en París, tituló su autobiografía: El subrayado es mío.

-En algunas columnas hay afirmaciones generales u observaciones sintéticas que dan en la clave o en el centro de la obra de un autor. Pienso, por ejemplo, en lo que decís sobre Stephen King: “siempre hay un personaje o un acontecimiento que encarna lo peor”. O lo que decís sobre Kobo Abe: “Como buen escritor japonés, lo primero es el suicidio”. O sobre Fonseca: “En sus novelas, los policías mueren, las mujeres también, y sólo se salvan los diletantes”. Esas afirmaciones son, creo, una marca de tu forma de hacer crítica (por supuesto que esas afirmaciones surgen de la lectura de varias obras del autor o del conocimiento de su obra publicada hasta la fecha). ¿Podrías hablar de esto?

-¡Me pescaste! Trato de hallar alguna constante, no tanto como obsesión o marca, sino como signo vital, una lección de vida lateral.

-Los retruécanos y los juegos de palabras son otra marca de tu prosa. Recuerdo, también, que esa era una de tus marcas de oralidad en la TV. Cabrera Infante y Luis Chitarroni son dos escritores que cultivan, también, estos juegos con la lengua. ¿Te interesa ese aspecto de sus obras?

-Me hiciste recordar una pequeña historia personal. El día en que conseguimos con Luis Chitarroni, mantener una deliciosa conversación con Cabrera Infante, por teléfono. Lo llamamos a Londres para hacerle juntos una entrevista, cuando hacíamos El Cronista Cultural. Me gusta mucho el tintineo de la lengua. Justo ahora comienzo mis talleres de lectura de Alicia en el país de las maravillas y Alicia detrás del espejo… Pero no se trata del mero juego de palabras o escupitazo de lo que se te viene a la cabeza. Es como si la palabra se encarnara en la lengua, si no, no funciona.

-Has hecho televisión sobre libros y las columnas reunidas en Lo leíste provienen de la prensa gráfica. ¿Hay diferencias entre la TV y la prensa gráfica?

-Es distinta la expresión y el contexto, pero el objeto de deseo es el mismo. En gráfica es un encuentro a solas con el libro y luego se escribe intentando dar cuenta de ese encuentro o del valor de lo encontrado. En tele se trabaja en equipo y para mí es fundamental hacerlo con empatía; en varios sentidos, principalmente, el humano: escuchar, recibir, entenderse -y velozmente. Los materiales son otros, hay que darle imágenes a las palabras. Como yo no hago programas de “actualidad periodística” con escritores que vienen a presentar su último libro, sino que me encargan de Canal á, programas literarios más bien temáticos (de policiales, personajes de ficción, etcétera), en cada ciclo hay que inventar un formato. Y eso también implica una poética. Una poética de la imagen. Por eso me siento tan a gusto con mis compañeros. Para ellos (Lizzie Jermoli Hand, Mariana Redelico y Fabio Salvador) “producir” es provocar un efecto a través de las imágenes que provengan de la intimidad de un texto. También es un viaje sentimental, al alcance de los ojos.

-En el texto sobre Don DeLillo, te hacés esta pregunta al final: “¿Será la ficción una platea privilegiada de la realidad?” Pregunto: ¿será la ficción una platea privilegiada para ver la realidad política? ¿Cuál es, para vos, la mejor relación entre ficción y política?

-Es una relación directa, pero no aplicable. La lengua es necesariamente política, por su dimensión de enlace (de un sustantivo con un adjetivo, de un significado con otro, de una persona con otra, de un país con otro, etcétera). No es aplicable en el sentido de que la ficción que se propone hacer política por lo general no incide en la política. Tampoco es una ficción que me interese, no me atrae la ficción de denuncia explícita. Prefiero un ensayo o un documento que realmente incida en la realidad o sirva como referencia. La demagogia, quizá, sería una forma de hacer política con la ficción. Pero vuelvo a la relación directa, inseparable, subyacente: lo político en Kafka, en Beckett, e incluso, desde una estética tan distinta, lo político en Manuel Puig.

(c) LA GACETA

PERFIL

Silvia Hopenhayn es escritora y periodista cultural. Dirigió el suplemento El Cronista Cultural; fue columnista de libros en radio Municipal, en la Rock & Pop y en Radio Nacional; condujo en televisión los programas literarios “El fantasma”, “La crítica”, “La lengua suelta”, “Biografías fantásticas”, “La página en blanco”, “Policiales de colección”, “Mujeres x Hombres” y “Hombres x Mujeres”, por los que recibió los premios Julio Cortázar de la Cámara Argentina del Libro, Konex de Oro, ATVC y FundTV. Es coautora de los libros de ficción Cuentos reales y La espina infinitesimal, y autora de la novela Elecciones primarias y los libros de conversaciones con escritores La ficción y sus hacedores y Ficciones en democracia. Actualmente, es Jurado del Programa Sur para la traducción y escribe una columna semanal en el diario La Nación.