Inviernos de los ochenta y pico. Corrientes al 700. Frío. Lluvia. Noche. A la salida del diario queda un pucho para demorar las horas en la charla. En el análisis de la realidad. En el estudio. Voces de cuerdas zigzaguean el mate. Las ginebras lentas. Cigarrillos meditados. Corcheas alucinadas se derraman en los intrincados textos de Althusser. Discusión. Reflexión. Ese frenesí de guitarras, brotadas de un grabador, intenta cruzar un Río Ancho. Hay urgencia. Desesperación. Ritmo desbordado. Por las páginas de la revista Cuestionario se esparcen los brillantes análisis de Rodolfo Terragno sobre las multinacionales, la prensa cómplice, la extorsión de los poderes económicos, políticos... Las cuerdas dialogan. Disparan el vértigo en las madrugadas. Cometas que persiguen estrellas. Y viceversa. Agujeros negros parpadean Tucu tucus. Un blues desbarranca una silueta de Pink Panther en el aire. Páginas de Rayuela, Redoble por Rancas… “No sé por qué piensas tú soldado que te odio yo si somos la misma cosa, yo, tú…” “Sentado sobre los muertos que se han callado en dos meses, beso zapatos vacíos y empuño rabiosamente la mano del corazón y el alma que lo sostiene…” Los dedos juegan a la pilladita en un bosque de grillos. Una guitarra respira un viento flamenco. Trémolos de cante jondo arrullan el desvelo. Ponen la identidad en ese arrebato de yemas que improvisan un mundo entre primas y bordonas.

La lluvia no afloja. El frío tampoco. “- ¿Te gusta, enano, lo que estás escuchando? Me regalaron este casete los otros días... - Sí, dogor, estos tipos pintan con dedos el delirio, la locura de los sones, que se zambullen por momentos en un río andaluz… - Son estudiantes universitarios tucumanos que actúan en un sótano de Lima… ¡Qué bárbaro, cómo tocan! ¿Quiénes serán?”

Tiempo después, escuché en la radio la grabación de Friday Night in San Francisco, recital de Al Di Meola, John McLaughlin y Paco de Lucía en 1980 (http://www.youtube.com/watch?v=ADwfyxpriAM). “La guitarra me ha ofrecido la capacidad de poder expresarme con el resto del mundo sin utilizar la palabra”, decía Francisco Sánchez Gómez. Y aunque su corazón de bulerías, rumbas, sevillanas y hasta del concierto de Aranjuez se anudó luego en mi alma, su nombre estará siempre ligado a esas ginebras insomnes y fraternas de la Corrientes al 700, cuando las madrugadas se hacían cuerda en tu guitarra, querido Paco de Lucía.