“Dicen que te lleva 10 minutos aprenderlo, pero toda la vida dominarlo”. Así es el arte de tejer para Rainiero Fernández. ¿Y es muy difícil manejar un telar? “No”, precisa. Eso sí: es imprescindible contar con tiempo y con paciencia para cumplir cada uno de los pasos. Hay que esquilar a los animales -en el caso de Tafí del Valle son ovejas, llamas y guanacos- para sustraer la lana; luego hay que hilarla, limpiarla y teñirla -preferentemente con las mismas hierbas del valle-. Recién entonces empieza a prepararse el telar. Hurdir los hilos, que son cientos, puede llevar todo el día. Terminado este proceso empieza a tejerse la trama. Por fin toman forma las ideas.

Este minucioso proceso viene repitiéndose -con variaciones, por supuesto- desde hace miles de años. Sergio Ehlert (de Arte Alternativo, avenida Perón al 300), puede relatar la historia sin necesidad de consultar algún libro. Los leyó casi todos. Hace 20 años cruzó el país desde su Ushuaia natal para realizar la tesis de licenciatura. Su investigación, enmarcada en un proyecto del Conicet, consistía en rescatar expresiones de pueblos sagrados. Así fue como en Tucumán se encontró con la historia del tejido en los valles, cultura que lo cobija hasta hoy.

“Los pueblos originarios se dividen en dos categorías, los guerreros y los sagrados. En América Latina solo había tres sagrados. Uno de ellos eran los kakanes, de Tafí del Valle”, describe Ehlert.

Con la misma paciencia con la que teje, regala una completa clase de historia. Según revelaron estudios geológicos, los habitantes de los valles usaban la piel de guanaco para envolverse, por debajo de las axilas. El cuero del animal iba por dentro y el pelo por afuera. El roce de los brazos con la prenda iba formando una mecha, que era muy similar a la lana. Ese material lo usaron primero para hacer cuerdas, después crearon redes y así arrancó el tejido, hasta extenderse por Latinoamérica. Esto ocurrió en el Pleistoceno (comenzó hace 2,5 millones de años y finalizó aproximadamente en 10.000 a.C).

En detalle
La coloración de las prendas surgió un poco por casualidad y un poco por observación. Los kakanes realizaban largas caminatas por el cerro El Pelado para beber en los ojos de agua (no tomaban de los cauces del río por considerarlo el sangrado de la tierra). Este andar provocaba que las prendas largas, al rozar las hierbas del monte, fueran adquiriendo sus colores.

Llegó la lana, llegó el color, comenzaron a tejer. Hubo cuatro etapas bien marcadas: el mestizaje, la jesuita, la franciscana y las estancias. Durante estos cuatro períodos se notaron las diferencias, pero siempre con la misma impronta: el tejido espléndido. Mucho color y bordados, porque este era su lenguaje, con el que se hacían notar ante los pueblos vecinos y con el que pedían y agradecían a sus dioses. Toda esta historia fue rescatada por algunos tejedores de Tafí, quienes utilizan su oficio para rescatar las tradiciones.

Dime cómo tejes...
Un punto en común entre los entrevistados fue la aseveración de que cada uno transfiere su impronta al tejido que elabora. No hay pares de manos ni cabezas que actúen igual y eso se observa en cada trabajo. Fernández (de La Posta de Ata, en la galería Don Goyo) enfatiza que es fácil reconocer sus trabajos y los de su hermana (Mónica, que también teje). Indica que cambia el tejido según el horario en el que lo haga. Hay algo escrito entre los hilos que sólo los muy atentos pueden entrever.

La versatilidad no sólo pasa por la forma de tejer, sino por los productos que pueden crearse. Algunos tejedores siguen metódicamente las etapas históricas en sus telares. Es el caso del grupo que trabaja en Arte Alternativo, ya que cada año deciden explorar una época según los materiales obtenidos. Otros optan por revalorizar ciertos aspectos de la cultura vallista. En la Posta de Don Ata, Rainiero y Mónica Fernández confeccionan sobre todo prendas andinas, las que utilizaban los diaguitas.

“La idea es mostrarle a la gente qué se usaba, para que aprendan la historia del pueblo de la manera que la aprendimos nosotros”, subraya Mónica, mientras va exhibiendo algunas de sus propuestas.

Algo distinto
Andrea “Fiorina” Gatti
(de Ruta del Tejido, ruta 307, km 61) viene de una familia de artistas. Tanto sus padres como sus cinco hermanos disfrutan del arte de tejer. En su casa la creatividad brota, literalmente, de todas las paredes. Por eso no extraña que además de elaborar productos tradicionales, como alfombras y colchas, también se anime a innovar. ¿Ejemplos? Las ovejas de peluche que usará para un corto animado que está realizando con su hermano; o los muñecos en fieltro, material con el que todavía está incursionando.

“Cada tejedor tiene su propia historia. Y eso es un tejido: cuenta una historia de la persona que lo hace”, resume Elhert, mientras enhebra los capítulos de su vida con ovillo y aguja.

Paso a paso

- La esquila.- Los animales son de libre pastoreo y se esquilan en pie. Según el clima se decide cuánto pelo se les corta, para evitar que sufran frío cuando baja la temperatura.


- El hilado.- Se limpia la lana en agua fría y se le quita toda la suciedad. Según el tipo de largo de la fibra se analiza para qué sirve la lana. Si salió corta no se pueden hacer tejidos que necesiten lana muy tensa (como las alfombras) porque pueden romperse.

- El color.- Se consigue por pigmentación, proceso que perdura más que la tintura normal. Para conseguirlo hay que calentar el agua, sin que hierva, y colocar las plantas que se utilizan para la coloración. Como el agua no está tan caliente no se forma vapor, por lo que no se va el color de las hierbas. El proceso dura ocho horas.

- Hurdido y trama.- Hurdir consiste en acomodar y tensar los cientos de hilos que formarán parte del tejido. Esta división suele hacerse por grupos. La cantidad de hilos y grupos dependerá del tamaño de la pieza. Una vez hurdidos, se separan los hilos que van a ir arriba y abajo en el tramado. Luego se los peina y se empieza con el tramado; es decir, se le da forma a la obra.

Utilísimo

- Tipos de telares.- El de cintura es el que usaban los kakanes. Tiene un máximo de 55 centímetros. Un extremo se ata a un poste y el otro a la cintura, con lo que podían movilizarse sin haber terminado el trabajo. Cuando los kakanes empezaron a hacerse sedentarios al telar le pusieron cuatro patas y pasó a ser “de pala”. La evolución siguió con un techo y se agregaron cuatro pedales, formando el telar de pedaleras. Este permite hacer trabajos complementarios, como bordados,. Por último llegó el telar criollo, que incluye peine y tiene hasta 68 pedales. Hay dos tipos: el francés y el español.

- Productos.-
Colchas, cubrecamas, fundas de almohadones, mantas, ponchos, pashminas, chalecos, sombreros, chales, fajas, individuales, cortinas, pantuflas, muñecos...