El alperovichismo está muy cerca de comenzar 2014 tan mal como terminó 2013. Aunque la última palabra corre por cuenta de la presidenta, Cristina Fernández, no son buenas las señales que llegan a Casa de Gobierno desde Buenos Aires. A partir de 2011, cuando la eligieron presidenta provisional del Senado, cada febrero supo pronunciar la impaciencia de Beatriz Rojkés. Este mes, no obstante, la jaqueca oficial es aún mayor porque el desenlace puede signar el futuro político de la primera dama, y una de las aspirantes a la sucesión de José Alperovich.
La Cámara Alta tiene cita para definir el recambio anual de autoridades el próximo miércoles 26. Hasta aquí, la tucumana vino sorteando con éxito la ratificación de sus pares del oficialismo, empujada por la decisión de la propia Cristina y pese a las operaciones en su contra de un histórico en el Senado, el rionegrino Miguel Pichetto. Sin embargo, el alperovichismo arranca el penúltimo año de su gestión en su momento de mayor debilidad y con flojos antecedentes para ofrecer a la Casa Rosada. Un repaso es suficiente: el oficialismo tucumano perdió una banca de diputados en manos de la oposición en octubre -exponiendo al ministro de Salud nacional, Juan Manzur, en la cabeza de la lista- y la provincia fue una de las que mayores problemas tuvo para resolver la crisis policial de diciembre.
Como contracara, un vecino de origen radical -como Alperovich-, viene en alza en su relación con la Presidenta. El santiagueño Gerardo Zamora le ofrendó a Cristina las mayores sonrisas del traumático 2013 electoral: un 77% de adhesión en los comicios de diputados y más de un 80% de votos para imponer a su esposa Claudia Ledesma Abdala como gobernadora, luego de que la Justicia frenara su caprichoso intento re-reeleccionista. Precisamente, desde ese momento surgieron los alertas para el alperovichismo, ya que siempre se rumoreó que Zamora no insistió judicialmente por la Gobernación ante la promesa cristinista de ubicarlo como presidente provisional del Senado.
Hoy, con la novedad del pedido de indagatoria judicial para el vicepresidente Amado Boudou, de estrecha relación con el matrimonio tucumano, los nubarrones se posaron nuevamente sobre Rojkés. Frente a ella y Zamora aparecen las ansias de Pichetto por convertirse en tercera autoridad del país, aunque en este caso con el guiño de los opositores. El desenlace de esa puja por la conducción del Senado impactará de lleno en la pelea que el bettismo -y el alperovichismo en pleno-, deberán dar en la segunda mitad del año. El mandato de la primera dama como presidenta del PJ tucumano finaliza en abril de 2015, antes de las elecciones de renovación de autoridades provinciales en las que Alperovich ya no podrá aparecer como candidato. Para los conocedores del peronismo, aquel dirigente que pretenda suceder al alperovichismo debería primero medir fuerzas en una interna por tomar el control partidario. Es lo que intentaron Julio Díaz Lozano en 1998, frente al luego gobernador Julio Miranda; y, más acá en el tiempo, el propio Fernando Juri en 2006.
El hasta aquí único peronista que asoma para disputarle la sucesión al alperovichismo, el intendente Domingo Amaya, ¿se atreverá a dar ese paso primero? La frase a LA GACETA de Germán Alfaro, el armador de la carrera independentista del jefe municipal, parece indicar que el amayismo podría tomar un atajo para llegar a 2015. “Es un hombre que, junto al Gobernador y dos o tres más, llegan a ese momento que transcienden los espacios políticos. Ya son dirigentes que no son de un partido, son referentes de una comunidad”, dijo sobre Amaya. Y añadió: “la próxima etapa de gobierno debe ser de consenso, de participación de todos los sectores”.
Dentro de dos semanas, y desde el Senado, llegará un primer indicio para saber en qué condiciones afrontará el alperovichismo la pelea por su continuidad, o la batalla para no desaparecer del todo en 2015.