La llaman “la diva sin tiempo”, “la mujer imperecedera”... Susana Giménez hizo de la edad un tabú y por años su espejito, espejito le devolvió la imagen de una mujer eternamente joven y bella.
La pócima para frenar -en apariencia- el paso del tiempo tuvo como ingredientes novios jóvenes, atuendos ajustadísimos, gustos extravagantes, tratamientos estéticos, cirugías y extensiones de pelo platinado. Tal como ocurrió con Dorian Grey, a esta abuelita los años le pasaron por el costado.
Pero llegó el cambio de década, los 70, y su fantasía se desintegró cuando se dio cuenta de que será una mujer septuagenaria. “Nadie se prepara para cumplir tantos años. No es ninguna fecha especial. ¡No quiero cumplenada! Jamás saldré de mi década. No, no quiero, ¡me niego a cumplir 70! Me deprime totalmente el número, Me pega pésimo”, declaró encaprichada en una revista. Decidió aferrarse con uñas y dientes a los 69 y además confesó que el corte es tan radical que tampoco quiere saber más nada con los hombres.
Pero esto que le pasa a “Su” no es lo que sucede con el resto de las mujeres. Al contrario, cada vez más ellas se animan a festejar con pitos y matracas cada año que pasa. Invitan a sus amigas, organizan el menú, buscan un lugar, se toman el tiempo para diagramar alguna sorpresa y le piden ayuda a sus hijos y nietos para delinear los detalles del cumpleaños.
“Hoy cumplir 50 y 60 es estar en la flor de la edad. La gente no espera los 60 años para jubilarse en el sentido de un retiro, sino para comenzar a realizar más y más proyectos, viajes, nuevos negocios, actividades deportivas y culturales”, destaca el psicoanalista Jaime Najles.
A muchas la edad les regaló la posibilidad de hacer cosas que en otra etapa de la vida era más complicado. Por ejemplo, compartir más tiempo con las amigas, planear un viaje sin los hijos, construir la casa de fin de semana que siempre soñaron, anotarse en un taller de pintura o ir más seguido al teatro.
“Hay un cambio de expectativas -sostiene Najles- los cincuentones y los sesentones, como se decía antes, están presentes en distintas actividades que hasta hace pocos años estaban reservados a los jóvenes”.
No resulta extraño ver mujeres de sesenta y pico en los gimnasios, anotadas en clases de yoga, pilates o saliendo a caminar en grupo.
La viudez también se la vive con otro espíritu. Muchas mujeres entrevistadas reconocen que a la ausencia del compañero de la vida la llenaron con la amistad. Superado el duelo y lejos de la depresión, ellas redescubren las salidas, la noche y la diversión desde otro lado.
Muchas comienzan a festejar sus cumpleaños con más ganas que antes. “Hay una búsqueda de nuevos desafíos, de nuevas metas. Ser activo, joven y vigente son los ideales de nuestra época. No solo se evidencia en estos parámetros, sino en todo lo que refiere una exhibición social y con un acontecimiento en particular que es festejar -tirando la casa por la ventana- el cumpleaños”.
A lo grande
Boas de plumas y una Marilyn Monroe y un Frank Sinatra como recepcionistas pueden formar parte de un cumpleaños de 60. “Me acuerdo de que armamos un living como si fuera el de una casa, a la clienta le pedí que trajera fotos de su juventud con sus amigas y también familiares”, recuerda Lucrecia Rodríguez Campo, organizadora de eventos.
Festejar el cumpleaños de 50 y de 60 se ha convertido en un acontecimiento más que importante. “Los 60 mucho más que cualquier otro. Será porque se sienten realizadas y pueden contar con la colaboración de sus hijos y hasta de sus nietos”, comenta Lucrecia.
Para los 50 salen más los viajes en grupo, los 40 -o los nuevos “30”- son para muchas mujeres una oportunidad de vivir una noche en algún boliche. Y para los 70 se impone un súper té con amigas, quizás un grupo de música o alguna otra sorpresa.
La consigna es que la década no pase como un cumpleaños más y que, en la medida que se pueda, haya una buena celebración.
Con cetro, corona y “la bomba”
“Los amigos no se buscan, se encuentran. La edad es un don que te muestra lo que has vivido. Envejecemos y dejamos de luchar. Agradezco a Dios por haber llegado a esta instancia y muchas gracias por acompañarme”. Fue la frase de la tarjeta que Marta Taboada de Uasuf colocó encima de cada uno de los platos que iban a usar sus invitados el día del festejo.
En septiembre cumplió 80 años y bailó al ritmo de un DJ, rodeada de sus amigas y familiares. Los lleva con vitalidad y espíritu alegre, a pesar de algunos achaques. “Nunca renegué y siempre dije mi edad, pero me acuerdo de que mi mamá sí renegaba y que recién me enteré cuántos años tenía el día que murió, porque vi su documento”, cuenta Marta. Y se ríe: “eran otras épocas”.
“Las mujeres de antes no festejaban a partir de los 40 o 50 porque era como entrar en la edad de la vejez”, apuntó. Cuando quedó viuda hace tres años encontró un apoyo clave en sus amigas. Con ellas tiene muy bien repartida la semana. Con unas desayuna dos veces por semana y con otras cenan una vez cada siete días. “Las amigas ayudan en los trances difíciles de la vida”, sostiene.
Un té con tips de make up
“Nunca una crisis de la edad. Siempre fui muy feliz”, confiesa sin vueltas Lucy Mulki. En noviembre ella estrenó los 70 años. Para el festejo sus hijas le organizaron una reunión sorpresa con sus amigas. Como la conocen, descartaron la idea de una banda de música, de un solista o hasta de los mariachis. En su lugar contrataron a una maquilladora profesional para que les diera tips de make up a las “chicas” de 70. “Estaban encantadas. Aprendimos que ya no se dice colorete, sino rubor, y hasta se animaron a hacer preguntas y a pasar al frente para hacer la mímica de cómo se pintan los labios”, recuerda Lucy.
La vida en lugar de restarle amigas le fue sumando, explica. Y mucho tuvo que ver su espíritu movedizo. “No me ata la edad, al contrario, me gusta salir, pintar, hago vitrofusión”, enumera. Todavía se levanta todos los días para trabajar, algunas mañanas desayuna con Olguita y un par de noches a la semana se juntan todas a cenar. “La vida se ha alargado y las mujeres queremos hacer cosas y estar cada día mejor”, confiesa Lucy.
No se le achica a la pista de baile
Leonor Chilla de Fanjul cumplió su sueño de bailar el vals para su cumpleaños de 80 con sus tres hijos, nietos y bisnietos. Su hija, Graciela, reconoce que pese a la edad Leonor está activa y luce una piel espectacular. Es más, es el alma de la fiestas familiares, no le teme al trencito ni a bailar rodeada de jóvenes en medio de la pista. Siempre tiene planes de salidas con sus amigas, tanto que la fractura que sufrió en enero no es excusa suficiente para frenar un viaje que ya tiene pendiente. Estuvo casada durante 54 años y hace cuatro que quedó viuda. Sus amigas sirvieron de soporte y con ellas sale a caminar por la plaza o a escuchar música.
Toda la onda disco
“¿Y por qué no festejar?”, contesta Celia Budeguer. Durante un año estuvo planeando su megacumpleaños de 60. Logró reunir a todas sus ex compañeros del Colegio del Huerto, a las amigas del barrio y de la infancia y a toda su familia. “No quería contar mucho, a todos les decía que fueran con muchas ganas de divertirse”, recuerda. Durante la noche sorprendió a los invitados con una coreografía bien disco, acompañada de bailarines y unos pantalones Oxford. “Estoy realizada, feliz y ahora disfruto de la vida. Los 60 son una gran etapa y me preocupo todos los días por estar bien: hago gimnasia y como sano”, revela. Ella resume en una frase la magia de esta etapa de su vida: “es como volver a estar de novia”. ¿Cómo es eso? “Ya no tenés la obligación de cocinar para tus hijos, si querés salís con tu marido, seguís trabajando pero sin tantas exigencias”, enumera. Es volver a enamorarse de la vida.
Festejar hasta que se pueda
Mientras habla, Ana Selis, a punto de cumplir 65 años y sin complejos, pinta una verja de verde. La banda de sonido la pone Marco Antonio Solís. Disfruta de los últimos días de vacaciones en su amada casa de El Mollar y ya planea todo lo que hará cuando se jubile. Los 65, confiesa, la encuentran activa y con miles de proyectos: continuar con los talleres de vitrofusión, explotar su lado artístico y viajar.
“Nunca oculté mi edad y siempre me gustó mucho festejar mi cumpleaños. Cuando cumplí 60 hice un asado en un club. Vinieron familiares de Córdoba y amigos de Rosario”. Cada año le dan más ganas de celebrar. “Hay que hacer fiestas más seguido porque uno nunca sabe cuánto va a vivir. Pasé por un cáncer de mama y eso te hace valorar más la vida, disfrutar de los amigos y de la familia”, reconoce. ¿Y qué pasa con las mujeres que se deprimen? “Creo que los que se deprimen con el paso del tiempo es porque no encuentran el disfrute. Yo, en cambio, pinto esta verjita y soy feliz”.