El ahogamiento en piletas es una causa frecuente de muerte en niños de entre uno y cinco años, aunque ocurre en todas las edades, de acuerdo a lo consignado en el “Manual de Prevención de Accidentes” de la Sociedad Argentina de Pediatría. Este percance es evitable si se tienen en cuenta algunas normativas relativamente simples, como fomentar la enseñanza organizada y completa de nadar a partir de los cuatro o cinco años.

Según ese documento, una vez que el chico aprendió a nadar, es importante que lo practique periódicamente, para no perder y para reforzar ese aprendizaje.

Las enseñanzas familiares, o a niños muy pequeños, en general, no obtienen los resultados deseados. Por ello, la persona que enseñe a nadar debe estar capacitada para dicha tarea.

Que los menores ya sepan nadar no significa que los adultos no tengan que tomar otras medidas de prevención, como mirar y vigilar constantemente al niño cuando se encuentra cerca o en el agua. Hay que recordar que puede ahogarse en pocos centímetros y en un lapso de minutos.

Todas las piletas deben tener un cerco completo de un 1,5 metro de altura, con puerta de acceso que no pueda ser manipulada. Debe estar hecho de barrotes verticales que no permitan el paso de la cabeza de un niño pequeño.

No hay que dejar sillas de jardín cerca de la pileta. Tampoco deben quedar dentro del natatorio objetos que llamen la atención, como juguetes, ya que probablemente los pequeños intenten entrar para buscarlos.

Los trampolines y las zambullidas son otros riesgos a tener en cuenta, y sus formas de prevención. Siempre está latente el peligro de una mala caída, que produzca un fuerte golpe contra el agua.

Por último, es importante que, cuando los padres escogen una colonia, verifiquen que cuente con un personal capacitado, y, sobre todo, con la cantidad adecuada para el número de los alumnos.