Lo mental juega un papel fundamental en todos los ámbitos de la vida. La mente es una máquina todopoderosa capaz de apuntalar el sueño más endeble o dejar caer, como castillo de naipes, el desafío con bases más sólidas.
Rodrigo Nieva lo sabe bien. En agosto pasado, y luego de ser cedido a préstamo a Mitre de Santiago para jugar Argentino B, vio cómo una lesión muscular ponía punto final a la paciencia de su cabeza. El pibe no estaba preparado para soportar verse lejos de las canchas. Por eso, cuando nadie lo esperaba, una sucesión de desgarros en uno de sus aductores lo obligaron a decir basta.
El enganche armó su bolso y se fue a Catamarca, con la idea firme de dejar el fútbol. "No tenía ganas de nada", se apura en afirmar Nieva como intentando dejar atrás un momento que quiere olvidar cuanto antes.
Guillermo Raed, presidente de Mitre, no entendía nada. Había luchado mucho para contar con los servicios de "Cata". Y justo cuando había logrado llevárselo, vio cómo en un abrir y cerrar de ojos se marchaba. Hizo hasta lo imposible para cambiar la decisión del pibe. Pero no había caso. Nieva, aunque no era lo que quería, estaba seguro de que no había vuelta atrás. "Me llamó y se comprometió a ayudarme. Quería pagarme un tratamiento para que pueda recuperarme. Pero no tenía fuerzas. Le agradecí, pero sentía que no estaba en condiciones y no quería defraudar a nadie", explica el volante, que se recluyó en su provincia y vivió una verdadera pesadilla. "No tenía ganas de nada. Pasé seis meses horribles con una depresión tremenda".
Los días pasaban y "Cata" cada vez se sentía peor. Había apagado su celular y no quería hablar con nadie vinculado al fútbol. En San Martín, al conocer su decisión, lo incluyeron en la lista de buena fe e intentaron convencerlo de volver a jugar. Pero su decisión estaba firme; aunque era muy dolorosa, "Rodri" no tenía en mente volver al ruedo. Había sufrido mucho y no estaba dispuesto a tropezar de nuevo. "Toda mi vida soñé con vivir de esta profesión y, al no poder cumplirlo, me vine en picada anímicamente", dice el pibe de 23 años que hizo inferiores en Tigre.
Pero en 2014 su cabeza hizo clic; quería una nueva oportunidad y decidió volver a San Martín y ver qué pasaba. "Sabía que al haber estado tantos meses sin jugar podía haber perdido mi lugar. Vine a ver si podía conseguir el pase para irme a otro club. Pero acá se portaron muy bien", agradece Nieva. Juan Amador Sánchez lo invitó a sumarse al grupo; quería verlo en acción porque le habían llegado muy buenas referencias suyas.
En el amistoso contra San Jorge mostró algo de sus condiciones. Pero él no se conforma. "Se interesaron mucho en mí, quiero devolver esa gentileza", cierra el hombre que dejó atrás el infierno y espera poder llegar al cielo.