BUENOS AIRES.- Boca perdió algo más que un clásico de verano en Córdoba contra River. El equipo de Carlos Bianchi, con esa derrota, accionó un complejo mecanismo que retrasó el almanaque y dejó una clara sensación de continuidad de todo lo negativo que mostró en 2013, un año que el “xeneize” intenta olvidar pero que la realidad no se lo permite.

El comienzo de la pretemporada, el 3 de enero, parecía ser una bisagra en el “mundo Boca”, con dos refuerzos para la magullada defensa y la puesta en práctica de un nuevo esquema de juego, en donde además de la clásica línea de cuatro defensores el “Virrey” dispuso un dibujo novedoso: un doble cinco, tres jugadores en función de volantes-atacantes, y un nueve de punta.

Con el esquema puesto en práctica primero con un equipo alternativo ante Estudiantes, y después en los partidos ante River (1-1 y 0-2), el equipo exhibió mayor anemia ofensiva que durante 2013, y los mismos problemas defensivos.

Salvo el primer tiempo ante el equipo de Ramón Díaz ,en Mar del Plata, en donde Fernando Gago pudo incidir en el juego y el juvenil Luciano Acosta mostró un sano atrevimiento con la pelota para mejorar la ofensiva, y en donde Daniel Díaz y Juan Forlín le cerraron los caminos al ataque de River, Boca sigue siendo el mismo de hace unos meses atrás.

Así las cosas, la primera impresión que queda es que el equipo trastabilla y se cae al primer golpe que recibe porque no tiene un juego sólido que lo respalde ni esos nombres con peso propio que son capaces de bancar paradas bravas.

No es una cuestión, se dirá, de esquema de juego, esos “números de teléfonos” como el exitoso entrenador llama a los sistemas que puso en cancha, como el clásico 4-4-2 o el 4-3-1-2 con enganche, o este experimento del 4-2-3-1 que Bianchi trata de organizar, hasta ahora sin éxito ni perspectiva de ello.

Hay nombres y apellidos que en otros tiempos no muy lejanos fueron capaces de marcar diferencias pero hoy no inclinan la cancha para el lugar que el equipo necesita. Y hay actitudes que no están a la altura de lo que su juventud sugiere: falta juego en Pablo Ledesma; falta más presencia real de un Juan Román Riquelme que ya suma 35 años; y falta rebeldía y coraje en Sánchez Miño.

Por eso 2014, en términos futboleros, pinta fiero para las aspiraciones siempre altas del club de la Ribera. Parece ser otro año de transición (y eso en el “mundo Boca” siempre quiere decir malos resultados) y tal vez sea el año en donde surjan pibes con ganas de sentirle el gusto a los goles que aseguran vueltan olímpicas. Y para que ello ocurra debe necesariamente morir 2013.