SALTA (Leo Noli, enviado especial de LG Deportiva).- La bruma de los cerros oficia de telón de un sol tan candente como el que derrite las siestas tucumanas. Llegan palabras de largo aliento; consejos, mejor dicho. Atlético acaba de lograr su primer triunfo moral en la pretemporada ante un Juventud Antonia corajudo, y el disfrute del éxito entre los “decanos” es a media máquina. Se ganó, sí, 2-1 y bien, pero lo que no termina de embellecer este bievenida del anochecer salteño es cómo logró empatar el juego el local.

“Nos volvieron a hacer un gol sin llegar a nuestro arco”, resumió Diego Erroz con la calma de un sabio. “Nos pasó lo mismo que durante el torneo: esto es fútbol y los errores se pagan caro”. El lamento del DT es más bien un acto de enseñanza.

Es que después del penalazo que Viola le hizo a “Pulguita”, y de la conversión exacta de Montiglio al palo derecho del arquero, Juventud fue más ganas que ideas. Presionó y se animó, pero hasta la zona donde los cuatro defensores de Atlético se lo permitieron.

Mención aparte, la cruz que siguen cargando los “decanos” es por culpa de las pelotas paradas y de las desatenciones. Así llegó la parda, cortesía de Sánchez.

Vino después de un tiro libre pésimamente mal ejecutado desde una banda pegada al vértical izquierdo del área grande de Lucchetti. Hubo un remate mordido. La pelota fue una boya zona de tiburones y Ontivero fue la víctima. Perdió el salvavidas y Sánchez mordío de un pelotazo el arco de “Laucha”, a dos metros de la línea de los suspiros. Como que el empate enfureció las aguas en el “decano”. Entonces, Bianchi hizo de cacique en tribu ajena y con un lindo nucazo (buen córner de Bazán) rompió las manos de Viola.

Luego del pitazo final la mayoría se aceró a charlar con Ontivero. No a regañarlo sino a explicarle qué era lo que él debió hacer para no perder la pelota. Siempre con buena onda. Pero Ontivero se fue con bronca, aunque aprendió una lección de cara al futuro. De su futuro y el del plantel.