En el ranking de prioridades de Cristian Díaz todo puede cambiar, salvo los tres primeros puestos. Arriba de todo está, por supuesto, su familia, a la que atribuye la mitad de sus logros. El fútbol y su trabajo se alternan el segundo y tercer lugar, dependiendo de la hora que sea. Cuando no está patrullando la ciudad como efectivo de la Guardia Urbana, se encarga de custodiar el área grande de Amalia. O sea, es un centinela a tiempo completo.
Nacido en Banda del Río Salí hace 38 años, encontró bajo los tres palos su lugar en el mundo. Y no porque fuera gordito o tuviera diarios viejos en vez de piernas. “Era vago y no me gustaba correr, ja ja. Hasta el día de hoy, ni siquiera en los picados dejo de ser arquero. Me encanta”, jura.
No exagera cuando dice que jamás cambió de puesto. “Una vez llegó un técnico a Concepción de la Banda, donde empecé. Como había varios arqueros y faltaban jugadores para un partido de prueba, me mandó arriba. Pero yo me negué. Insistió que jugara aunque sea un rato de delantero, pero no quise, porque yo soy arquero. Y me corrió de la práctica”, cuenta.
Y es que al portero del “villero” no conviene salir a achicarlo, porque tiene muy en claro qué es lo que quiere. El 1 tal vez sea el número más ingrato del fútbol, pero Cristian sólo se lo saca para cumplir con su otro gran amor: el trabajo como policía.
“Aparte del fútbol, es mi gran pasión. Reconozco que soy un adicto al trabajo, pero es porque me encanta lo que hago. Soy policía de alma. Además, tengo jefes y compañeros excelentes, que me bancan en todo para que yo pueda seguir con el fútbol”, agradece.
Como todo hombre que tiene dos amores, un día se vio obligado a elegir. “En San Martín jugué un año nomás, porque cuando sube al Argentino B, el técnico Carlos Roldán quería jugadores más profesionales. Y como no podía ir a las prácticas de la mañana por mi trabajo, me dijo que me dedicara a una cosa o a la otra. A mi trabajo no lo iba a dejar, así que me fui”, recuerda su paso por el “santo”, donde vivió momentos inolvidables. Aunque a uno de ellos sinceramente preferiría olvidarlo...
“Antes de un clásico con Atlético, el técnico Guerrero me dice que ese año podían llegar a darme el premio LA GACETA a mí, porque venía siendo figura. Pero todo futbolista tiene su día negro, y esa vez me tocó a mí: me comí cinco”, lamenta aquél 5-2, en el que Fernando Robles convirtió cuatro tantos. “Después volví a enfrentarlo y me pidió disculpas. Pero no tenía por qué. Son cosas del fútbol”, reflexiona, ya satisfecho por las revanchas que le dio 2013: premio LA GACETA al futbolista del año y ascenso al Argentino B con Amalia, club al que llegó en 2008.
“Es un orgullo semejante reconocimiento a mi edad. No lo podía creer. Y con respecto al ascenso...me siento muy agradecido de haber sido partícipe del logro más importante en la historia del club. Porque es un club humilde, de barrio, que nunca se imaginó llegar a un torneo federal”, destaca el héroe que atajó un penal y convirtió el definitivo en la final.
Aunque nació “león”, morirá “villero”. “Amalia me dio todo y yo le di todo al club. Por eso quiero retirarme acá”, asegura Cristian, aunque no aclara que no tiene apuro: “el cuerpo me da para uno o dos añitos más, je”.