Ahora resulta que Amaicha no es tan sólo la tierra donde el sol ha quedado a vivirse y donde el cielo se cae por el peso de tantas estrellas. No es sólo el valle con los policías más amables del mundo, de esos que te hablan con sonrisa de abuela materna cuando estás haciendo lo que no se debe. Amaicha es también el lugar dónde más fácil es colarse en los recitales.
Viernes y sábado. El valle explotaba de gente por el tercer festival Amaicha Reggae, por el que pasaron más de 20 bandas, djs y sound system del NOA, Córdoba y Buenos Aires. Armando Flores, Vampiro Indio, La luzbel, Flor de Mamaní, La Yugular, Skaraway, Valores, Buenas y Santas, Los Tunches, Ad-hoc, fueron algunas de las bandas en el encuentro realizado en el anfiteatro del pueblo, un predio con poco uso y rodeado de casas.
Tan generosos como el cielo de las dos noches fueron los organizadores del festival. Un plástico negro en la puerta causaba gracia a los invitados que no pagaron la entrada, esos que se ubicaron entre las piedras, y disfrutaron del show desde la parte trasera del anfiteatro. Solamente un alambrado invisible separaba a los que habían desembolsado $ 100 para las dos fechas.
A este sector de “colados legales” le llamaron “el VIP”. Pero los que mejor la pasaron, sin duda, fueron los de la casa de al lado del anfiteatro: en la terraza a medio construir, instalaron mesa, silla, conservadoras y tuvieron platea preferencial. Fueron la envidia de la noche.
Más allá de la picardía inevitable, provocada por el “accidente geográfico” de la ubicación del predio, la situación tuvo sus ventajas. Los amaicheños, que si bien son expertos en el arte de abrir su pueblo para las visitas, tuvieron la posibilidad de acercarse en sus motos a husmear lo que pasaba en el recital. De otro modo, tal vez no hubiesen podido asistir a la fiesta que se hacía en su propia casa. Sin querer, Amaicha volvió a ser la más generosa, incluso con ella misma.