Si bien las declaraciones del ex embajador del Estado de Israel en Argentina, Itzhak Avirán, pueden coincidir con ciertos métodos de respuesta ante el terrorismo, en la causa AMIA, las cosas son diferentes y esto solo suma polvareda a algo ya bastante politizado y sin visos de esclarecimiento. Hay que tener en cuenta que la bomba fue un ataque contra Argentina y es la justicia de nuestro país, la que debió resolver la causa.

Los resultados están a las claras, a 20 años del atentado: no se sabe absolutamente nada y lo que se sabe está cubierto de irregularidades y sospechas de encubrimiento. Las declaraciones del ex embajador israelí, entre 1993-2000, solo sirven para darle argumentos al canciller argentino Héctor Timerman, para justificar el polémico acuerdo firmado con Irán, en una cuasi fábula de pedirle al lobo explicaciones sobre la matanza de ovejas.

La clave, pareciera que olvidada, sigue estando en la justicia argentina y no en las declaraciones de un ex diplomático que se fue de su cargo muy pegado al Gobierno del ex presidente Carlos Menem, uno de los principales responsables del nulo avance de la verdad.