El fin de año anima a todos a hacer borrón y cuenta nueva. En el balance se miran los yerros y casi inmediatamente se instalan sueños y proyectos que incentivan y contagian para volver a empezar. Nada de esto parece ocurrir con el Gobierno provincial. Las fotos con el mal gesto del gobernador lo dicen todo. Lo corroboran sus “sijosesistas”, que aunque quieran ocultarlo terminan reconociendo el mal humor del mandatario.

Es en estos momentos cuando debería aparecer la fuerza del líder. Sin embargo, Alperovich sigue sin poder salir de un laberinto que él mismo creó. Y se ha quedado solo para transitar los vericuetos y obstáculos que se le atraviesan cuando busca la salida. Hay empresarios cercanos que se animaron a hacer lo que es responsabilidad de su gabinete o de los “sijosesistas”. Le sugirió hacer una revisión de lo que se había hecho y buscar un nuevo diálogo con los tucumanos. Alperovich lo cortó en seco: “vos no vas a acomodar mi agenda”. Un hombre que suele subir a la combi, esa especie de lugar sagrado al que sólo ascienden los propios, también tuvo la osadía de decir que había un antes y un después del 9 y del 10 de diciembre -cuando ocurrieron los saqueos más trágicos de la historia tucumana-. Alperovich le preguntó: “¿vos trabajás para la contra?”.

En 2001, cuando la sociedad tucumana -y la Argentina- era un pandemónium incontrolable, se encontró el quicio con la buena voluntad y con el trabajo conjunto de todos los políticos y de los ciudadanos. En estos tiempos, el paradigma de barrabrava que sostiene “o estás conmigo o sos el enemigo al que hay que matar” no funciona. Pero mucho más grave es que un gobernador crea que puede funcionar. Pareciera que los aprendizajes a los que invita la historia se los llevaron a marzo.

Nunca habrá respuestas

La política de barrabravas es contagiosa y seductora. Durante la última sesión, en la Legislatura provincial la preocupación fue hacer lo que necesitaba el Gobierno y agredir a los que están del otro lado. Existía la posibilidad de que se interpelara al ministro de Seguridad Jorge Gassenbauer y, por supuesto, no se hizo. La inmediata interpretación política es que no hay que dejar que toquen a un funcionario propio. Es lógico. Sin embargo, en esta oportunidad, qué bueno sería que los tucumanos pudieran acceder a una explicación de lo que pasó el 9 y el 10 de diciembre. Se podría escuchar de boca de algún funcionario o del propio gobernador, ¿por qué se llegó a las circunstancias a las que se arribó? ¿Por qué murieron por lo menos una decena de tucumanos? ¿Por qué, si fueron extorsionados, no se denunció a los policías que actuaron de esa manera? La actitud del oficialismo es esperar que pase cuanto antes el problema. La apuesta es que se olvide. El pánico que vivió una gran mayoría de tucumanos no será fácil de olvidar como quieren los “sijosesistas”. No es un problema que pueda reducirse a jugar para la contra: es una cuestión mucho más grave.

Esta semana que se despide, Alperovich y sus funcionarios repiten episodios. Los estatales han decidido atentar contra los tucumanos para que el gobernador los escuche. Hay un plan claramente establecido con el fin de encerrarlos como si fueran un rebaño. Alperovich recurre al argumento lógico, legal y responsable. “Pactamos un incremento hasta marzo y hasta entonces no se habla”. El gobernador olvida que toda vez que él quiso no respetar las instituciones lo hizo. Las leyes, la independencia de poderes, las ordenanzas y hasta las sentencias judiciales no fueron óbice para que él hiciera lo que le pareciera. ¡Qué difícil es hoy pedir que se respeten los semáforos después de que la autoridad se pasó varias veces la luz roja!

Este fin de semana serán fundamentales la imaginación y el trabajo en equipo del gabinete y de los “sijosesistas” -no siempre son lo mismo, por eso se los menciona por separado- para que la protesta estatal no termine arruinando el brindis de fin de año de los tucumanos.

¿De qué le sirvió a Alperovich su política de “yo lo manejo todo” y de “yo hago mientras me dejen hacer”? Hasta los cortes de luz que se vienen tienen que ver con esa falta de respeto a las instituciones. Las intervenciones de los entes de contralor colonizados por el alperovichismo permitieron que hoy la falta de inversión ante el aumento de la demanda de energía derrita a los tucumanos. Lo mismo ocurre con las instituciones con cuerpos colegiados que por algo se las crearon así y no para que sean intervenidas por el amigo del gobernador. El Instituto de la Vivienda y sus arbitrariedades son un claro ejemplo de ello.

En la misma sesión de la Legislatura, los escribanos de gobierno dieron fe y aprobaron la prórroga de la emergencia social e hídrica hasta 2015. Una suerte de cheque en blanco para todo aquello que se ejecute bajo la denominación de emergencia. Es contradictoria esa idea con la de exigirle a los intendentes que revisen mensualmente el Pacto Social por el cual el Gobierno administra la coparticipación municipal a cambio del pago de sueldos. El mensaje que quedó en el recinto fue: “para mí, libertad total hasta que termine mi mandato; y a los intendentes, control férreo cada 30 días para que no salgan del redil”. Inútiles fueron los intentos de los massistas Gerónimo Vargas Aignasse, José Orellana y José Teri de señalar que los presupuestos se hacen anuales y que se verían afectados con esta decisión. En Tucumán, Alperovich sigue imponiendo su voluntad; lo grave es que sus convicciones son cada vez más endebles. Y su poder, también.

El timón universitario

En la Universidad Nacional de Tucumán las cosas no están mejor. A Juan Cerisola no le quedan dos años como a su tutor político Alperovich. Las riendas seguirán en sus manos por sólo 100 días más. Cuando volvieron a verse la cara Cerisola y el incomprensible e incoherente José Hugo Saab, este último le habría dicho al rector: “quedan tres meses, tenés que ser rector”. Un triste consejo para quien tiene el cargo desde hace siete años.

Saab se sentó en su rol de coordinador del gobierno universitario y mostró más cintura que el mismísmo Jorge Capitanich. Como un jefe de gabinete, organizó asados y reuniones por doquier, pero principalmente se encargó de romper lo que hizo su archienemigo -aunque eso es relativo a juzgar por la historia de Saab-: el diputado y ex estratega universitario, Luis Sacca. Apenas pudo, hizo que el secretario académico Edgardo Cutín y Cerisola deroguen la resolución 1.092/2. Ello significa que la Secretaría de Bienestar Universitario deje de tener un subresponsable del gasto. En concreto, intervino un lugar estratégico controlado por hombres cercanos a Sacca, algo que se hizo con la autorización de Cerisola oportunamente. El rector y Cutín, bajo las órdenes de Saab, también rubricaron la resolución 3.052 por la que le piden al contador Víctor Cuevas, que era el subresponsable del gasto, que presente las rendiciones de cuentas pendientes. La última estocada fue la resolución 3.053, por la que se interviene el control de fondos de la Dirección de Residencias Universitarias. En definitiva, cerró dos canillas.

Toledo sigue sin dormir

Saab se mueve en la universidad como pez en el agua y dejó su cargo en la Municipalidad de Yerba Buena. Los comentarios en cada rincón de Yerba Buena deben ser cómo hará el pobre intendente Daniel Toledo para reemplazar un hombre fundamental en su municipio. No es fácil encontrar otra figura apadrinada por Alperovich y que no le aporte absolutamente nada a la gestión. Seguramente Toledo no brindará tranquilo el martes porque nunca encontrará una pieza así para su engranaje.

Cambios necesarios

Termina el año y comienzan inevitablemente los balances. Los gobernantes argentinos terminan con muchos sectores de la sociedad enojados. La inflación, una enfermedad endémica a la que aún no encuentran como curar, es una de las razones. La inseguridad y los mimos hacia los policías que no cuidan como se espera, es otra de las cuestiones que despiertan la ira. El calor y los cortes de energía son un cóctel que no le está cayendo bien a la población.

Después de muchos años de poder, la interpretación de los oficialismos es que hay un complot para generar un fin del kirchnerismo o del alperovichismo. La realidad indica que lo que está finalizando es una forma de gestión política que está haciendo agua en determinados aspectos. La minimización de esas señales, y la subestimación que están haciendo líderes como Alperovich, hacen que las soluciones que buscan sean las equivocadas, como ocurrió con el reclamo policial. Esos yerros hacen perder poder y confianza. Esta semana, a pesar de los feriados, rendirá otro examen bravo. Y los afrontará con el ánimo caído porque viene de ser aplazado.