Acaso nadie hubiese imaginado 10 días atrás que, otra vez el boxeo, terminaría adueñándose de la que tal vez haya sido la mejor página del deporte argentino en 2013. La coronación de Marcos Maidana como Olimpia de Oro graficó con justicia la notable exhibición y paliza que le dio al estadounidense Adrian Broner, tan contundente que ni siquiera hubo chance de proteger el negocio.

En 2012 había sido “Maravilla” Martínez, aún hoy campeón mediano de la AMB. Su carisma había tapado lo que los especialistas avisaban, que detrás de él había boxeadores menos mediáticos, pero igualmente notables. Maidana, campeón welter de la AMB, lo confirmó. Marcó un broche de oro a la vigencia de Omar Narváez (campeón supermosca de la AMB) y a las explosiones de Juan Carlos Reveco (campeón mosca de la AMB) y de Jesús Cuellar (campeón pluma AMB). Cinco campeones mundiales, cuarto puesto en un hipotético ranking mundial. Casi tan glorioso como en los tiempos de Carlos Monzón y Nicolino Locche.

Eso sí, con el boxeo convertido en un negocio que derivó en una inflación de organismos y categorías. Y, también, en algunos campeones de papel. El boxeo, el deporte que dio a la Argentina mayor cantidad de medallas olímpicas en toda la historia (24), logró así ganarle la pulseada a las dos grandes figuras que tiene el deporte argentino al menos en el top five de sus disciplinas, sin contar al polo, donde más que reinado hay monopolio, y sin chance de debacle, si se observa lo que hizo este año el jugador “Polito” Pieres, otro con futuro de crack.

Los dos top five, ambos figuras de deportes que no distingue categorías u organismos diversos, son Juan Martín del Potro y Lionel Messi. Del Potro cerró el año quinto en el ranking, con victorias ante todos los grandes y puntos tan memorables que aparecen hoy en el resumen oficial de la ATP. Era candidato a mejor deportista del año si Maidana no hubiese concretado su hazaña ante Broner. El tenis argentino, que en 2013 despidió a David Nalbandian, cerró el año sin romper la maldición de la Davis y con la amenaza de descenso del Grupo Mundial para 2014 si Del Potro no revisa su decisión.

Su prioridad, avisó hace unos días, serán los Grand Slams. Para eso se entrena estos días en Australia bajo 50 grados de temperatura. Sabe que un Grand Slam es el paso necesario para soñar con el trono. Es probable que se sume a la Davis si hay que luchar para no descender. O si hay que sacarla del descenso.

Messi sigue siendo top 5 o top 3 o el número 1, según quien lo mire. Sólo un informe con otro tipo de intereses, como el que publicó hace unos días el diario italiano “La Gazzetta dello Sport”, puede dejarlo afuera del equipo ideal de 2013. Aún con las lesiones, Messi, sabemos, fue figura clave del campeón español Barcelona (¿no significó acaso una de las noticias deportivas del año el arribo del “Tata” Martino al club catalán?). Y Messi lideró además la contundente clasificación de Argentina al Mundial de Brasil. Leo quebró nuevas marcas y, aún cuando el Balón de Oro vaya dentro de unos días para Cristiano Ronaldo o Frank Ribery, casi no hay dudas en el mundo del fútbol de que Messi sigue siendo el número 1. Todos estaremos pendientes de Brasil para saber si Leo podrá ser reconocido definitivamente como uno de los reyes de la historia del fútbol mundial, a la altura de Pelé y Maradona (ambos campeones mundiales) o de Di Stéfano y Cruyff (reyes sin corona).

El Mundial de Brasil, está claro, será el acontecimiento deportivo de 2014. La gran cita para que el fútbol sudamericano reconquiste el trono que en los dos últimos Mundiales pasó a manos de Europa. De una Europa que, hay que decirlo, subió al trono porque supo que a su dinámica debía agregarle más técnica sudamericana y audacia. Será un Mundial con intereses dentro y también fuera de las canchas, porque los estadios de precios imposibles seguirán ofreciendo polémicas y porque Brasil celebrará elecciones tres meses después de que finalice el torneo, una combinación para cualquier protesta social como las que dominaron en la Copa de las Confederaciones. Antes que el Mundial que comenzará el 12 de junio, 2014 abrirá en febrero con el otro gran torneo del año, aunque casi no tiene importancia en Argentina: los Juegos Olímpicos de Sochi, en Rusia.

Igual que en Brasil, también habrá que estar atento a lo que suceda dentro y fuera de las competencias. Occidente eligió que los Juegos serán una gran plataforma para advertir sobre ciertos rasgos autoritarios de la Rusia de Vladimir Putin, en este caso, una ley que prohibe publicidad gay en lugares públicos, con menores como potenciales testigos, y que cobra mayor dimensión si se advierten los casos de discriminación que sufren los homosexuales en Rusia. Es cierto, hay casi una treintena de estados en Estados Unidos con leyes acaso más discriminatorias hacia los gays y pocos lo saben.

Pero alguna gran operación mediática instala el mal en Rusia y todos los días anuncia boicoteos de líderes políticos a la ceremonia inaugural. Falta decir que, en rigor, esos países jamás habían estado representados antes por sus respectivos Jefes de Estado en anteriores ceremonias de apertura de Juegos Olímpicos de Invierno, que tienen menos poder que los Juegos de Verano. No importa, el deporte seguirá siendo cada vez más una tribuna notable para todos, deportistas, políticos, mercaderes y oportunistas del color que fuere.

Las Leonas, otro emblema del deporte argentino, sufrieron sobre fin de año y volvieron a cambiar de técnico. Y también el voley de varones y hasta Los Pumas perdieron entrenador tras sendas crisis de resultados. La salida de Javier Weber sorprendió en el mundo del voley, aunque el posible retorno de Julio Velasco como potencial sucesor suena más que interesante. Sorprendió menos, porque ya estaba anunciada, la salida de Santiago Phelan de Los Pumas. Pero sí sorprendieron los modos, al punto que desnudaron una crisis interna que ya era inocultable, como algunos resultados parecían indicarlo. No sólo por las 10 derrotas. También importaron las formas. Curioso, desde algunos sectores recuerdan viejas victorias épicas de la era amateur y culpan al profesionalismo de la debacle de 2013.

¿No eran acaso profesionales Los Pumas que asombraron al mundo en el Mundial de 2007? Es cierto, el profesionalismo se extendió ahora a estructuras internas. Pero el problema no es el profesionalismo. Divisiones, roscas e internas hubo siempre. Aún en tiempos del amateurismo. El problema actual es el mal profesionalismo. Permitir acaso que negocios personales se mezclen con decisiones deportivas.

Las crisis del voley y del rugby dan relevancia a la vigencia del basquetbol, en clara etapa de final de ciclo, es cierto, pero bajo la clara sensación de que, aún sí, se puede seguir compitiendo con vergüenza y que, cuando eso sucede, los resultados son una contingencia. En el deporte no se juega solo. Hay un rival que siempre tendrá el mismo deseo de ganar. Y la certeza de que la competencia siempre ofrecerá posibilidad de revancha. La selección de Leo Messi espera la suya para Brasil 2014.