Por Dolores Caviglia - Para LA GACETA - Buenos Aires

Mientras los medios nacionales e internacionales no lo consideraban un candidato fuerte para suceder al Papa Benedicto XVI tras su histórica renuncia, Elisabetta estaba convencida de que esta vez Jorge Bergoglio no iba a dar pasos al costado, de que esta vez sí iba a conseguir la mayoría de los votos, de que esta vez la fumata blanca iba a ser por él. Sin embargo, cuando en medio del discurso en latín de Jean-Louis Tauranc -el cardenal francés que pronunció el tradicional “Habemus Papam” desde el balcón central de la Basílica de San Pedro- escuchó su nombre, se sorprendió como si todo su análisis previo no hubiese existido.

Elisabetta Piqué es periodista. Nació en Florencia pero se crió en la Argentina, donde estudió Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Como corresponsal del diario La Nación en Italia y el Vaticano, realizó varios viajes junto a Juan Pablo II y siguió de cerca la carrera de Bergoglio desde que en 2001 fue nombrado cardenal. Como corresponsal de guerra, cubrió los conflictos de Medio Oriente y las guerras de Afganistán e Irak. Estas experiencias bélicas fueron las generadoras en 2003 de su primer libro, Diario de guerra, apuntes de una corresponsal en el frente. Hoy, a poco de haber terminado el segundo, Francisco. Vida y revolución, dice un poco en chiste y un poco en serio que ahora la guerra está en el Vaticano.

- ¿Cómo nace tu relación con el Papa?

- Fue en febrero de 2001, cuando Bergoglio viaja a Roma para ser creado cardenal por Juan Pablo II. Yo no sabía nada de él, pero en el diario me habían dicho que nunca daba entrevistas, que era de perfil bajo; un jesuita que hacía una excepción por lo que estaba por pasar. Primero hablé con él y me pidió que le mande las preguntas antes. Luego, cuando nos encontramos, lo vi como asustado pero con el tiempo se fue soltando: yo le conté sobre mi trabajo en Medio Oriente y él, tras pensar las respuestas palabra por palabra, hizo de cada frase un título. Dos días después de nuestro encuentro, suena el teléfono de mi casa y era él, que me agradecía la nota. A partir de entonces se estableció una relación y desde ese momento sé que reza por mí, algo que me da mucha tranquilidad. Cuando fue elegido Papa, sabía que iba a llamarme pero nunca creí que mi teléfono iba a sonar tan rápido; aún no habían pasado 24 horas.

- ¿Creció tu vínculo con la religión por tu relación con Francisco?

- Seguramente. Yo estoy bautizada, tomé la comunión, la confirmación; pero era crítica en muchos aspectos. Sin embargo en él encontré a un cura muy distinto. Todavía la gente se sorprende porque lo veo y le doy un beso, y él me pregunta por los chicos. Francisco como Papa está haciendo que mucha gente se acerque a la religión; muchas personas están volviendo a misa por él, porque habla claro, directo y no representa a esa Iglesia alejada y autorreferencial que hace que muchos católicos se desvinculen.

- ¿Cómo surgió este libro?

- Eso fue increíble. El 13 de marzo, cuando Francisco es elegido, me empiezan a llegar correos electrónicos de todos lados y el 14 me llama la directora de la editorial y me dice que quiere una biografía. En ese momento me pareció raro, hasta lo dudé, porque lo conocía desde 2001 pero no estaba segura por su pasado, que es complicado. Pero después sentí que tenía que hacerlo. Además, me pusieron un equipo de investigación a disposición así que no podía negarme. Fue un trabajo impresionante, no sé cómo lo logré, porque mientras tanto no paré, trabajé a un ritmo terrible y encima con las tareas duplicadas porque todo el mundo quería saber del nuevo Papa. Todavía me pregunto cómo fue que lo terminé, porque no fue que me encerré en una montaña durante un mes sino que seguí: cubrí a Máxima reina de Holanda por ejemplo. Pero creo que finalmente logré un retrato distinto a todo lo que salió hasta ahora; hay muchos testimonios y es un trabajo muy completo.

- ¿Por qué, antes del cónclave, creías que Bergoglio podía ser elegido Sumo Pontífice?

- No era una intuición. Yo había hablado con varias fuentes que me habían confirmado que el 7 de marzo había tenido una performance impresionante con un discurso breve que apuntó duro a los cardenales, a que la Iglesia no tiene que encerrarse ni mirarse el ombligo, sino abrir sus puertas a las periferias existenciales, de las que está alejada, a los divorciados, a los heridos. Francisco ve la Iglesia como un hospital de campaña después de una batalla, que tiene que curar a los heridos de hoy, que tiene que salir afuera.

- ¿La renuncia de Benedicto XVI fue algo inesperado?

- Totalmente, aunque ya había avisado que podía llegar a renunciar si se quedaba sin fuerzas. Creo que nadie en el mundo se va a olvidar de ese día. Pero la Iglesia venía del escándalo Vatileaks, estaba golpeada. Fue el primer Papa en renunciar en 600 años de historia. Hacía falta un hombre de gobierno que inspirara al resto y Bergoglio es un líder de 75 años que rejuveneció 10 tras la elección. Ratzinger ya no tenía la fuerza física y espiritual que necesitaba para seguir adelante. Su renuncia fue un acto de valentía increíble que lo hizo entrar en la historia. Ahora, a Francisco le queda el desafío de desatar ese nudo de corrupción, de conflictividad, con el que no pudo su antecesor.

- ¿Bergoglio creía que podía convertirse en el nuevo Papa?

- Yo imagino que él sabía, es muy intuitivo; por eso en el principio del libro me imagino que él debe haber sentido eso. Tengo la sensación, después de bucear en su vida, de que él se fue preparando quizá inconscientemente para llegar hasta aquí. Tuvo una vida de desafíos y este es uno más.

- ¿Qué quiso transmitir la Iglesia con esta elección?

- Que llegó el momento de adaptarse más al mundo moderno. Creo que los cardenales hicieron la elección muy acorde a los tiempos y que la Iglesia en estos meses cambió. En todo el mundo hay sondeos que muestran que la gente está volviendo a misa y esto es un milagro; el efecto Francisco no es un slogan sino una realidad. La Iglesia, caracterizada por escándalos, está cambiando, dio vuelta la página. El efecto Francisco existe. Su cambió empezó el primer día, cuando hizo que la gente dijese una oración por él. Además, la cantidad de seguidores que se reúne en la plaza es impresionante. Y no es sólo en Roma o en Buenos Aires, es en todo el mundo: Estados Unidos, Asia, hasta en la India.

- ¿En qué se basa la revolución del Papa?

- Su revolución arranca desde el momento en que eligió el nombre Francisco. Nunca antes alguien había tenido tanto coraje; este nombre tiene un mensaje, es todo un programa de gobierno. Yo recuerdo cuando salió al balcón y antes de dar la bendición pidió al pueblo que rezara por él y se inclinó; con eso ya marcó el rumbo. Sin contar además que salió sin capa roja, sin zapatos nuevos ni cruz dorada, y que no se sube a la limosina. Él es así. Por estas cosas, muchos lo tildan de populista, de demagogo, de “Papa Evita”. También le cuestionan que haya lavado los pies a una mujer, pero pese a esto creo que la mayoría de los católicos está con él. Además, está conquistando a muchos no creyentes y fomenta el diálogo interreligioso. Ni hablar de la encuesta que lanzó para el próximo sínodo, en la que agregó preguntas sobre temas como divorcios y parejas homosexuales, y la que pretende sea respondida por todos los creyentes y no sólo por la jerarquía. Esto no significa que vaya a cambiar la doctrina o que vaya a decir que de ahora en más el matrimonio no es indisoluble; lo que Francisco quiere es que la gente tome conciencia de que si se casa, lo hace para toda la vida. Muchas veces lo escuché decir que la gente se casa inmadura, que hay que lograr una conciencia mayor al respecto. Hay que esperar para ver qué se resuelve. Si decide cambiar algo, va a escuchar las voces de todos y esto es una novedad. Claro que su tarea no será fácil. Tiene muchos nudos que desatar y desafíos que enfrentar pero es un hombre con capacidad de gobierno y ahora tiene un inmenso apoyo, se convirtió en una figura líder de autoridad moral porque habla y predica con el ejemplo. No es una estrategia que usa por imagen. Él mismo dice ser un pecador, no se cree el Papa infalible.

- ¿Cuál fue la magnitud en Roma de los rumores de que había colaborado con la dictadura?

- Ya en 2005, cuando era considerado más papable (fue el segundo más votado y se hizo a un lado para no estirar más la elección), habían circulado esos comentarios totalmente falsos. Que volvieran a circular no me sorprendió. Pero todos saben cómo son las cosas, de hecho hasta la gente salvada por él se sintió obligada a hablar y salió a decir todo lo que hizo, algo que él nunca quiso contar. Es evidente que Francisco tiene la conciencia tranquila y no siente la necesidad de salir a defenderse.

- ¿Cómo recibió la Argentina la elección?

- Creo que fue una reivindicación; este es el Papa venido del fin del mundo. Es realmente un orgullo tener un Papa argentino, poder decir que exportamos no sólo telenovelas y fútbol, sino que hay mucho más. Esta es una demostración de eso y creo que es un hecho histórico y una gran oportunidad de mejorar. Francisco ama su país, la Argentina siempre está presente para él y lo demostró muchas veces, como en San Cayetano, cuando mandó un video, o ante la operación de la presidente Cristina Fernández de Kirchner. Su país está en su corazón. Es cierto que ahora por el Vaticano se ve un desfile de políticos, algo que es lógico, pero él es muy consciente de que hoy una foto con el Papa tiene un tinte político y es cuidadoso al respecto.

- ¿Los rumores sobre su posible asesinato circulan con fuerza?

- Desde que fue elegido, es tal la ruptura del protocolo que la gente en la calle piensa: “Esperemos que no lo maten”. Los rumores están; él habla a diario y de forma tan directa sobre cuestiones fuertes como coimas y corrupción. Es un Papa que está metiendo el dedo en la llaga y no sólo contra las mafias, contra los poderes fuertes también. Está diciendo verdades que molestan por lo que no es loco pensar que quieran eliminarlo, pero está bien cuidado por gente que no es para nada novata. Hay mucha seguridad.

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