El uso de semilla sana y de calidad genética conocida es fundamental para evitar inconvenientes en el futuro del cultivo, consideró Daniel Ploper, Director Técnico de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc) de Tucumán.
Hace algunos años atrás, el país sufrió las consecuencias de una epifitia de ‘mancha ojo de rana’ de la soja, una enfermedad que había sido importante en años anteriores en el Norte del país, pero no así en la región pampeana. El uso de ‘semilla propia’ y de la denominada ‘semilla ilegal’, contribuyeron a una efectiva dispersión de la ‘mancha ojo de rana’, así como de otras enfermedades, hacia lotes y zonas de la región centro del país.
Esta práctica tan generalizada, fue determinante para que la ‘mancha ojo de rana’, en pocos años, alcanzara la dispersión exhibida en la campaña 2009/10, donde se estima que provocó pérdidas de rendimiento, a nivel país, del 10%. En esto se debe ser muy claro: la semilla fue el principal vehículo de dispersión del patógeno, de lo que surge la conveniencia de utilizar semilla que responda a parámetros de calidad genética y sanitaria. En aquellas campañas fue la ‘mancha ojo de rana’ la que fue dispersada por la falta de atención a lo que se siembra.
El problema es que hay otras patologías que también se propagan a través de la semilla, y que pueden llegar, de ese modo, por primera vez a los lotes, por ejemplo el ‘cancro del tallo’ de la variedad caulivora, también en soja. En otros casos, lo que se podría estar introduciendo con la simiente son razas más agresivas de algún patógeno ya presente en la zona.
Es por ello que “debemos garantizar la propiedad intelectual”, o sea “aseguramiento del reconocimiento a la creación de las variedades bajo la forma de regalías”. Es interesante destacar que la regalía propuesta para el cultivo de soja, y que hoy es largamente incumplida, significa solamente 7 kg de soja por hectárea (en un cultivo en que el promedio en años normales puede exceder los 3.000 kg/ha (y no sorprenden campos de más 4.000 kg/ha), y en el cual está documentado que la ganancia genética general en soja, en Argentina, en el período 1980-2000, ha sido de 14,3 kg/ha por año.
Considerando el crecimiento de los rendimientos de Argentina en el lapso evaluado (23 kg/ha por año), dicha ganancia representa un 62%, y en el caso de la caña de azúcar, nuestra propuesta es de 35 kg de azúcar/ha, para cultivos que producen entre 6.000 y 10.000 kg de azúcar por hectárea.
Por otro lado, “debe garantizarse la excepción del fitomejorador”, para dar la posibilidad de que puedan usar libremente las nuevas variedades en sus cruzamientos. Esto acrecentará las posibilidades de disponer de mejores variedades.
Para finalizar, quisiera remarcar que, “respeto a la propiedad intelectual, no significa limitar las siembras ni imponer condiciones abusivas”. “Aquel que no desee pagar por germoplasma, que le acarreará beneficios concretos y que exceden largamente la inversión requerida, podrá optar por variedades libres, es decir no protegidas”. Pero hoy es clave que todos contribuyamos a sostener un sistema que permita generar avances en la investigación y desarrollo para, respaldo de aquellos productores que sí deseen invertir en tener variedades mejoradas, especialmente cuando en el horizonte aparecen nuevas tecnologías que significarán aportes concretos para productores y consumidores.