A las 3.10 de la madrugada del jueves 8 de agosto, el gobernador Fernando Riera anunció el fin del conflicto policial. Habían sido ocho días de tensión y parecía que iba a correr mucha sangre. La Gendarmería y la Policía Federal esperan órdenes para disparar contra los rebeldes.
Habían fracasado todos los intentos para que los policías desalojaran el edificio de la jefatura y entregaran sus armas. “Si vamos a salir de acá, vamos a salir como milicos; armados y marcando el paso”, decían. En tanto, las fuerzas federales los instaban a dejar las armas y evitar una noche negra. Al presentarse en la jefatura, el entonces gobernador anunció que concedía el aumento y estalló el júbilo. “Riera corazón, Riera corazón”, empezaron a cantar. El mandatario salió aplaudido y ovacionado.