El cambio de fisonomía del microcentro de San Miguel de Tucumán data del invierno de 1989. Las rejas en los negocios aparecieron tras los tumultuosos días que precedieron a la entrega anticipada del mando a Carlos Menem por Raúl Alfonsín, en julio de aquel año. La política económica de la administración radical se encontraba en un callejón sin salida.

En los comicios del 14 de mayo, el binomio Menem-Duhalde (Frejupo) consiguió en Tucumán 228.388 votos, Antonio Bussi-Pedro Benejam (FR) 153.614 y Eduardo Angloz-Juan Manuel Casella (UCR), 82.729. A partir de entonces, empezó a agotarse aceleradamente la experiencia alfonsinista.

Sinceramiento
El gobierno de José Domato, en tanto, enfrentaba serios problemas financieros y las repercusiones negativas de la crisis azucarera.

Es delicada la situación del país y en Tucumán puede ser más grave aún, reconocía el 17 de mayo. Por esos días, la Casa de Gobierno le adeudaba 29.638.914 australes a las municipalidades del interior.

La tensión alcanzó su pico mayor cuando los intendentes de esas ciudades ocuparon el edificio gubernamental. El interior no puede ser la variable de ajuste, se quejaban. Tras un prolongado diálogo con el gobernador, los funcionarios se retiraron de la Casa de Gobierno. Se les giraría parte de lo adeudado, Domato describió con crudeza el panorama provincial, apuntó el socialista Juan Antonio Ruiz Olivares (Monteros). Los tironeos entre peronistas y radicales poblaban la agenda de los medios de comunicación. El propio Alfonsín blanqueaba el acortamiento de su mandato.

Malas señales
Bares y comercios, casi desiertos. Fuerte contracción en las ventas. Precios en alza. Peligro de hiperinflación (pronóstico de Jacobo Laks -Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos-). Esas malas señales se dibujaban en Tucumán en la última semana de mayo del 89. El impuesto a los combustibles recalentaba la temperatura inflacionaria.

En Córdoba, al filo del Cordobazo, empezó la serie de saqueos que convulsionaría al país durante varias semanas. En Quilmes hubo dos graves episodios, que marcaron el inicio de la violencia en gran escala en el territorio bonaerense.

Rosario se constituyó en otro gran foco de agitación, con jornadas de extrema tensión. Al gobernador santafesino Víctor Reviglio (PJ) lo desbordaban los acontecimientos.

La ola de conflictos no tardaría en llegar a la provincia. El arzobispo de Tucumán, monseñor Horacio Bozzoli, llamó a conservar la paz pública, durante la misa de Corpus Corpus Christi. La Constitución es la ley suprema y las soluciones deben darse a través de ella, planteó el prelado.

El estado de sitio
Alfonsín declaró el estado de sitio el 30 de mayo. Rumores de saqueo invadieron el centro de San Miguel de Tucumán. Tras horas de nerviosismo, a las 21 volvió la tranquilidad. Los mismos factores de perturbación que actúan en otras partes del país, quieren hacer algo en Tucumán, alertó Domato esa misma noche. El intendente Raúl Martínez Araóz también instó a mantener la paz pública. Policías que circulaban por la galería LA GACETA y calle Maipú prevenían a los comerciantes sobre la irrupción de hordas y villeros. Escenas de pánico se vivieron en el supermercado Uausuf.

La sucursal de Supercoop, en Tafí Viejo, el supermercado Ri fi fi, de Banda del Río Salí, el Supercoop de avenida Belgrano al 4.000 y un depósito de azúcares en Roque Aragón al 400 fueron blancos de saqueos. Tras esta sucesión de ataques, algunos comercios colocaron rejas en sus locales.