2013. El año en que el gobernador y su esposa pasearon en camello por las ciudades más lujosas del exótico oriente medio. No viajaron solos, llevaron a varios de sus colaboradores con sus respectivas señoras. Es que alguien debía tomar las fotos, esas que jamás tendrían que haberse conocido. También hubo viajes al Caribe, a Punta del Este y a otros destinos exclusivos en donde José Alperovich recuperó fuerzas para “seguir trabajando fuerte”.
2013. El año en que la presidenta provisional del Senado, Beatriz Rojkés de Alperovich, apagó el micrófono y evitó sacudir la política nacional con sus habituales y desafortunadas declaraciones, esas que la forzaron a pedir disculpas varias veces. Este año apenas trascendió por unas pocas intervenciones: se autofilmó con turbante en Dubai diciendo “esta soy yo, aunque no lo crean”; votó en contra de que una estación ferroviaria se llame Kosteki y Santillán (la iniciativa se aprobó por 49 votos a favor y dos en contra); y el martes pretendió votar en contra de la asunción de Silvia Elías de Pérez en el Senado, lo que obligó a Amado Boudou a aclararle: “no hay nada que votar”.
2013. El año en que el bumerán de la vida volvió sobre la senadora Rojkés y le cobró con la misma moneda. En 2012, a propósito del crimen de una niña, ella había declarado: “No podemos tener al señor Estado a la par de una familia que está borracha”. Hace tres meses, un control de alcoholemia detuvo a su hija Sarita y le secuestró el auto por conducir con el triple de alcohol en sangre de lo que permite la ley.
2013. El año en que se conoció que los convencionales constituyentes que reformaron la Constitución en 2006 y que debían trabajar ad honorem cobraron miles de pesos para que Alperovich pudiera ser gobernador por tercera vez consecutiva. Cuando la prensa le preguntó al gobernador sobre este tema respondió: “No sé nada”.
2013. El año en que la Dirección de Arquitectura y Urbanismo siguió generando escándalos por supuestos sobreprecios en obras adjudicadas a empresas fantasmas y que derivó en la imputación de su ex titular, Miguel Ángel Brito, quien por estos días confronta con el Tribunal de Cuentas y con su ex jefe, el secretario de Obras Públicas, Oscar Mirkin, a quien acusa por lo mismo que a él se le imputa.
2013. El año en que el gobernador volvió a recontraliberar el comercio ilegal en el centro de la capital, beneficiando a los evasores, contrabandistas y empleadores en negro por sobre las empresas en regla, cada día más asfixiadas por la creciente presión fiscal.
2013. El año en que Alperovich perdió por primera vez las elecciones en la capital, principal circuito electoral, además de ceder una banca en Diputados, lo que anticipa un fin de ciclo político enrarecido y convulsionado.
2013. El año que empezó a desenredarse, después de casi ocho años, la red de encubrimiento en torno del asesinato de Paulina Lebbos, tal vez el mayor de los escándalos de impunidad conocido en la provincia en décadas.
2013. El año en que la Policía entregó ocho muertos, 150 heridos y 250 comercios destruidos a cambio de un aumento salarial, mientras el gobierno confirmó que no posee ni la capacidad ni la idoneidad para manejar una crisis. Por ocho muertos Alperovich, que desapareció en los momentos más complicados de una casi guerra civil, sólo atinó a despedir al jefe de Policía y se sentó a esperar que “actúe la Justicia”.
2013. El año que deseamos desaparezca cuanto antes del almanaque, aunque ojalá perdure por mucho tiempo en la memoria de los tucumanos para que no haya otro 2013.