Por Diego Jemio - Para LA GACETA -Buenos Aires

- ¿Cómo fue el proceso personal, anterior a la escritura, de reconstrucción de aquellos momentos de tu infancia?

- Fue un proceso largo y no demasiado metódico. Algunos hechos, algunas situaciones, me fueron trayendo recuerdos o posibilitando un estado de cosas que me fue permitiendo acercarme al pasado.

- Leí en una entrevista que tu hija tiene ahora una edad similar a la que tenías vos cuando llevaron a tus padres. ¿Qué cosas de ella y de su forma de ver el mundo te resultaron inspiradoras para crear esa niña del libro?

- En realidad tengo una hija de la edad de la niña del libro, que es distinta a la edad de la niña que yo fui cuando se llevaron a mis padres. La mirada de ella, su voz, su forma de acercarse a la realidad, me ayudaron mucho a escribir este libro.

- ¿Por qué decidiste narrar tu historia desde la ficción? ¿Qué te permite la ficción que no te animarías a hacer en otro registro?

- Siempre me atrajo mucho la discusión, de algún modo virtual, entre Primo Levi y Jorge Semprún, ambos sobrevivientes de campos de concentración nazis. Primo Levi dedicó su vida a dar testimonio. Su vida misma se convirtió en un testimonio de la verdad que habían vivido. Sin embargo esa verdad era muy difícil de escuchar, o más bien, tenía un interlocutor muy restringido, porque estaba compuesto por aquellos que iban a escucharlo, aquellos que se disponían a saber más de lo que ya sabían. Semprún, por su parte, hizo con su experiencia un libro de ficción magnífico - La escritura o la vida- que permitió que la verdad pudiera ser escuchada. Yo creo que la verdad sobre determinados temas sólo encuentra su vía hacia los que la desconocen a través de la ficción.

- Recién en los últimos años comenzaron a surgir las historias de los 70 contadas por los hijos, como víctimas colaterales de la dictadura. ¿A qué pensás que responde ese fenómeno?

- Creo que los niños no fuimos víctimas colaterales. Algunos probablemente sí, pero muchos fueron víctimas directas. Hubo una cantidad grande de niños en los Centros Clandestinos de Detención, hubieron niños muertos y niños robados. Supongo que, en relación a lo que preguntás, se debe un poco a la edad, otro poco a que en un marco donde la justicia está más cerca es más sencillo, porque esa justicia se basa en el consenso social de un relato que nos margina menos, que dice de nosotros cosas distintas de las que se decían en los 80 y en los 90.

- ¿Cómo trabajaste, desde la creación literaria, el recurso para darle voz a la niña y hacer verosímil ese relato?

- Yo trabajo a la manera de una actriz. Trato de habitar a ese personaje y dejarme habitar por él. Entonces todo lo que dice tiene que ser orgánico, tiene que ser algo que sienta que puede ser dicho. Nunca es un trabajo exterior de verosimilitud, sino de construcción de personaje y de dejar que ese personaje hable por sí mismo.

(c) LA GACETA

PERFIL

Raquel Robles nació en Santa Fe en 1971. Es docente especializada en la gestión de instituciones educativas y escritora. Ha publicado la novela Perder (Alfaguara, 2008), ganadora del Premio Clarín. Publicó Pequeños combatientes en 2013. Es funcionaria del Estado Nacional en el área especializada en adolescentes en conflicto con la ley penal y miembro fundador de la organización H.I.J.O.S. Ha colaborado en el diario Página/12 y las revistas Tres puntos y El Planeta Urbano.