Puede llevar cómodamente el mundo en la cartera. Hombres, mujeres, cerros, quebradas, ríos, cielos, nubes, silencios... La vida cabe en tres centímetros. Una miniatura le basta a Mamina Núñez de la Rosa para construir un universo. La pintora tucumana acaba de regresar del Viejo Mundo, donde fue a exponer en Roma, en homenaje al papa Francisco, y en el famoso Louvre.
Una llamada telefónica de Beatriz Zucaro, curadora, miembro de la Orden Caballeros de Su Santidad el Papa “San Ignacio de Loyola” y asesora de arte del Museo de las Américas de Miami, a quien no conocía, la sobresaltó un par de meses atrás. “Me asusté cuando me invitaron a exponer, porque planifico con tiempo lo que voy a hacer. Primero le dije que no. Ella me contestó: ‘¡Te estoy invitando a exponer en el Vaticano!’ Le contesté: ‘¿Por qué yo? Es toda una historia sacar un cuadro del país: escribano público, papelerío en la Aduana, asegurar las obras, es agotador’. ‘¿Estás loca? ¿Por qué no tomás conciencia? Es muy importante exponer para el Papa, es una muestra de cariño y vas a viajar’, me respondió. Mi esposo me convenció de que aceptara”, cuenta la artista.
Entre el 16 y el 22 de octubre, mostró sus miniaturas en la exposición “Arte Latinoamericano en Roma”, dedicada al Papa, en la Galería La Pigna, del palacio pontificio “Maffei Marescotti”, de la que participaron 27 pintores de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay.
En forma imprevista les avisaron que Francisco los recibiría, pero que sólo tenían que limitarse a darle la mano. “Verlo al Papa en El Vaticano fue tocar el cielo con las manos. Es un hombre arriesgado que trata de hacer... que tiene tanta fe... él dirá: ‘Si me pegan un tiro es porque Dios me está llamando’. Lo veo como hombre -no como un santo- porque pide ayuda, pide que recen por él, quiere cambiar las cosas. Le di la mano. He sentido amor. Me he sentido fortalecida espiritualmente”, comenta, sensibilizada.
Luego partió a París para exponer en la Feria Internacional “Arth Shopping 2013”, en el Carrousel del Louvre, en la que participaron 500 artistas de todo el mundo. “Ya conocía el Louvre, porque había expuesto en Francia años atrás. Fue una emoción muy grande. En general, los cuadros no eran muy grandes, tenían que ser medianos por cuestiones de traslado. Me llamó la atención un muchacho que había hecho pequeños cuadritos y a todos los había enmarcado en uno solo. Había pintores que tenían técnicas fabulosas, como los holandeses -ellos han descollado en todos los tiempos-; me hicieron acordar a los cuadros de Aníbal Fernández. Fue una experiencia hermosísima, la posibilidad de comunicarnos con señas con algunos o en inglés”, dice.
Mamina también estaba invitada a exponer en el Museo de las Américas, de Miami (entre el 3 y el 13 de diciembre), pero desistió de viajar, sólo envió la obra.
“Jamás hubiera esperado que me invitaran, estaba pintando en mi casa para exponer en Tucumán. Vieron mi página y les llamó mucha la atención la pintura en miniatura”, dice. “En el 92, empecé con las miniaturas, fue mi primera exposición. Me ha costado muchísimo el vínculo con la gente. He tenido también muchas satisfacciones, y esto es la culminación de un trabajo, es el súmmum haber llegado hasta aquí porque tengo además el reconocimiento de algunos de los mejores críticos argentinos, como Magrini o Squirru”, señala la artista.
- ¿Qué cuerda de tu alma tañe la pintura?
- La pintura es mi vida, es lo más importante, me ha rescatado de todos los dolores, me permite soportar todo, he creado mis propios mundos, en los que, por momentos, me gustaría quedarme a vivir. Es lo mejor que me puede haber sucedido en la vida, los hijos son naturales, la pintura es algo divino, viene de repente, las cosas te invaden y te ponés pintar. La vida queda en suspenso y no existe nada más de lo que estás siendo en ese momento.