El deporte le abrió una puerta que ella tenía muy cerrada, la de la decisión personal. Recuerda que en su primera largada como atleta, en la pista del CEF 18, la invadió el mismo miedo que siente un niño que sube por primera vez a la calesita. Stella Maris Quiroga, integrante de la Asociación Tucumana de Atletas Máster (ATAM) empezó a correr a los 40 años. Se había casado a los 24 y desde entonces se dedicó a sus hijos. Por eso le quedaron algunas elecciones sueltas; entre ellas, las horas de gimnasia en un salón del CEF 18. Hoy Stella Maris no sólo salió del sedentarismo sino que es una atleta profesional.
Cada vez son más quienes empezaron a peinar canas y recén decidieron encarar algún deporte. Muchos llegan por prescripción médica o porque, cansados de las presiones laborales, necesitan un cable a tierra. Y cuando se dan cuenta de los beneficios que les da la actividad física no la abandonan más. Por eso cada vez hay más gente mayor en los gimnasios y en las jornadas de entrenamiento personal. "Prácticamente recibo dos nuevos alumnos por semana", asegura el entrenador Marcelo Villagra. "Normalmente uno le daba importancia al cuerpo recién cuando se enfermaba. Pero eso está cambiando; hoy la gente busca un cable a tierra que los saque de la rutina laboral", dice el preparador físico para carreras de trail running (disciplina que implica correr por espacios no convencionales, como los senderos en la montaña).
Sea por prescripción médica, por deseos de lograr un mejor estado físico o de escapar del estrés que implica la vida moderna, lo cierto es que hay un momento para "la vuelta" a la vida deportiva. "Generalmente después del secundario, los chicos se borran de los gimnasios, incluso los que participaban en competencias con un alto nivel se alejan de los clubes para dedicarse de lleno a los estudios o a la vida familiar (sobre todo las mujeres). La franja de los 20 a los 30 años prácticamente desaparece de los clubes, y vuelven a los 40 o 45 años, cuando los hijos son más grandes o están más estabilizados económicamente", observa la psicóloga Julieta Combes, magíster en Psicología del Deporte y la Actividad Física.
El ejercicio planificado no sólo mejora el rendimiento deportivo sino que también ayuda a ordenar otros aspectos de la vida. "Si te dedicás, vas a terminar comiendo mejor y tu descanso va a ser de mayor calidad. Es decir, vas a acomodar tu vida, tus horarios, tus pensamientos", observa Villagra. Es justamente lo que valora Claudia Décima, quien a los 46 años descubrió el trekking. "La actividad física mejoró todos los aspectos de mi vida. No sólo estoy más delgada y me siento mejor sino que también me alimento bien, me hidrato adecuadamente, duermo mejor... Hasta mi vida social mejoró porque encontré nuevos amigos", dice con alegría indisimulada.
Muchos de los que comienzan a practicar deportes de grandes lo hacen de la mano de un entrenador y de un deportólogo. No es cuestión de largarse así nomás. En primer lugar hay que realizar un buen diagnóstico cardiorrespiratorio y medir la composición corporal, aconseja el médico deportólogo Floreal García. "Cuando se entrenó unos meses concienzudamente y se logró cambios en el cuerpo que van a constituir el fitness cardiorrespiratorio muscular, recién se puede avanzar en velocidad", recomienda. Los beneficios no son sólo físicos sino también mentales y espirituales, porque cuando el cuerpo y la mente están bien, uno suele estar bien con los demás y con el Universo.
En el gimnasio
A los 69 años, la gimnasia le devolvió la energía, el buen humor y ¡las ganas de vivir!
"Ha sido una cuestión de crianza de nuestras generaciones. Hemos vivido atendiendo a mucho mitos: no hagas esto, no hagas lo otro. Y eso nos ha inhibido de hacer muchas cosas. Nos han inhibido el cuerpo. Y a nuestras hijas nosotras no les hacemos lo mismo; hemos aprendido. A nuestras hijas les decimos que vayan a hacer gimnasia, que no se dejen aplastar por las exigencias de la rutina". María Inés Ojeda tiene 69 años, hace dos años comenzó a hacer gimnasia en el Jockey Club por recomendación médica. Todos los días se la ve en el gimnasio, temprano a la mañana, y no hay nada que la distraiga de su rutina, que incluye caminata. "Desde que empecé a venir aquí me siento otra persona, me ha cambiado todo. ¡Hasta siento ganas de vivir! Me siento mucho más ágil. Antes, las piernas no me daban: tengo artrosis y lumbalgia. Pero para mí esto ha sido una solución. Trabajé en Tribunales durante 42 años sentada desde las 7 de la mañana hasta la 1.30. Tengo dos hijos que me tienen cortita con la gimnasia; me siento muy activa: hasta con mis nietos", cuenta María Inés, a quien se la nota resplandeciente y, sobre todo, muy contenta.