Las comedias románticas exigen una complicidad por parte del espectador, que debe prestarse a aceptar las convenciones del género sin mayores resistencias; de otro modo, le resultará imposible disfrutar de los pequeños placeres que siempre proponen los guiones, llenos de humor, réplicas ingeniosas, situaciones divertidas y personajes atractivos. Es en este último rubro en el que la película dirigida por Richard Curtis alcanza su más alto nivel; cada uno de los seres que aparecen en la pantalla tiene particularidades específicas que lo convierten en una pieza indispensable para que el engranaje de la comedia funcione a la perfección. La elección de los actores para cubrir los roles es otro acierto de la producción: además de los dos protagonistas (Domhnall Gleeson y la siempre querible Rachel McAdams), los demás integrantes del elenco cumplen tareas destacables, y otorgan al filme el clima exacto que este tipo de comedias necesita.
La idea de los viajes en el tiempo no es nueva, y en este caso no tiene sentido buscar rigor lógico en las consecuencias de la alteración del pasado y su proyección en el futuro. No es lo que pretende desarrollar el guión; por el contrario, hay que entregarse al relato (que, por otra parte, está perfectamente construido) y disfrutar de cada una de las situaciones que se plantean cuando Tim, advertido por su padre de que dispone de la cualidad de regresar en el tiempo dentro de su propia existencia, decide aplicar esta aptitud fantástica a la tarea de conquistar a la mujer que lo desvela. La primera mitad de la película transcurre en franco tono de comedia, y encuentra en ese lapso sus momentos más satisfactorios. A medida que se acerca el desenlace, la trama gira hacia un clima melodramático, con réplicas algo obvias y ciertos momentos cinematográficos demasiado transitados. Pero el saldo es decididamente positivo: el director (guionista de "Un lugar llamado Notting Hill" o "Cuatro bodas y un funeral" y director de la muy recomendable "Simplemente amor") entrega un producto sumamente divertido, con destacables aciertos narrativos e interpretativos, y redondea una película que entretiene con recursos legítimos a lo largo de dos horas de proyección.