Un día después de hacerse pública su primera exhortación apostólica, Francisco, contra todos los pronósticos, apareció en la Plaza de San Pedro y celebró la audiencia general de los miércoles junto con los fieles. Y así como el martes su llamado estuvo dedicado a la responsabilidad del mundo con "los pobres del mundo", ayer el Papa se refirió a la muerte de los niños. A pesar del frío intenso, que obligó al Pontífice a ponerse abrigo y bufanda blancas (foto), la Plaza de San Pedro estaba abarrotada por decenas de miles de personas.
"¡Felicidades, porque son valientes. Con este frío en la plaza, son verdaderamente valientes!", comenzó el Papa su audiencia, durante la cual realizó una catequesis sobre el concepto católico de la muerte.
"Hay una forma equivocada de mirarla. La muerte nos afecta a todos, y nos interroga de modo profundo, especialmente cuando nos toca de cerca, o cuando afecta a los pequeños, los indefensos de una forma que nos resulta escandalosa", sostuvo. Fue en este marco que reconoció: "siempre me ha afectado la pregunta: ¿por qué sufren los niños?, ¿por qué mueren los niños?"
Fue entonces que afirmó: "si se entiende como el final de todo, la muerte asusta, aterroriza y se transforma en algo que interrumpe todo". "Esta concepción de la muerte es típica del pensamiento ateo, que interpreta la existencia como un encontrarse casualmente en el mundo y un caminar hacia la nada", sostuvo.
"A partir del sentido de la muerte para los católicos -dijo Francisco, según Télam-, cuando perdemos a una persona querida nos damos cuenta de que, incluso en el drama de la pérdida, surge del corazón la convicción de que no puede haber acabado todo, que el bien dado y recibido no ha sido inútil".
"Hay un instinto poderoso dentro de nosotros, que nos dice que nuestra vida no termina con la muerte. "Si bien nos entristece la certidumbre de tener que morir, nos consuela la promesa de la inmortalidad futura", añadió.
Antes de la audiencia general, Francisco había recibido a un grupo de 50 niñas afectadas por el síndrome de Rett -una enfermedad neurológica que afecta en mayor medida a las chicas-, acompañadas por sus padres, a las que saludó y acarició una por una.