Venezuela está en estado de caos económico. El cuestionado presidente, Nicolás Maduro, evidencia una total incapacidad para administrar la crisis que castiga a quienes menos tienen. En ese estado de cosas, la oposición unificada en torno a la "Mesa de la Unidad Democrática" acaba de hacer conocer sus opiniones. Vale la pena reseñarlos. Para no escuchar solamente el mensaje -cada vez más insensato- de Maduro. En el entender de la oposición, la crisis venezolana es producto de cinco factores, combinados entre sí.

Primero, una situación fiscal desbordada, donde el sector público tiene un gigantesco déficit, estimado en el 15% del PBI de Venezuela, que se financia con emisión de dinero. Segundo, como consecuencia de ello, hay exceso de liquidez. Las tasas de interés bajas -en un ambiente de alta inflación- destruyen el ahorro en moneda local. Tercero, las reservas se evaporan a un ritmo tremendo, de más de U$S 800 millones mensuales. A pesar de las exportaciones de petróleo a EEUU, el principal cliente de Venezuela, pese a la retórica política. El valor del bolívar cae. Cuarto, la producción petrolera, en manos del Estado, declina aceleradamente y no logra salir de una espiral de imparable disminución de volúmenes. La deuda externa de PDVSA es también enorme. Quinto, no hay conducción económica. No se sabe quien toma las decisiones. Y si es Maduro, mala señal. Por su evidente incompetencia. Lo cierto es que el Ministro de Energía y Petróleo acaba de ser encargado específicamente del manejo de la economía. Y los militares, de paso, también. No hay cara visible del gabinete económico, que pretende ser multifacético. Nadie es responsable, de nada. Como en otros lares de nuestra región.

Ante esa realidad, el gobierno "bolivariano" ha reaccionado así:

a) Fijando todos los precios de todos los bienes y servicios. Caprichosamente. Desde el 2011. Favoreciendo a unos y destruyendo a otros, como si ello no tuviera costo alguno. Los precios se "controlan" mediante publicitados -pero ineficaces- operativos cívico-militares;

b) Estatizando el comercio exterior. Todo es lento y burocrático. Las trabas son la normalidad;

c) Lo mismo ocurre con la distribución y la logística, lo que agrega más frenos a un proceso exasperantemente ineficiente;

d) Las divisas se manejan mediante un presupuesto propio, otra vez desde la discrecionalidad;

e) Las divisas se asignan mediante un "registro de usuarios". Además, Maduro acaba de anunciar que será él (cual moderno Colbert) quien fijará la rentabilidad "razonable" de cada negocio. Todo es "conducido" dictatorialmente por un Estado incapaz, con el riesgo de sucumbir a la ignorancia y ser víctimas de la corrupción.

La realidad es cruel. Está signada por la escasez de los productos de primera necesidad; una inflación desbocada; pérdida imparable de reservas y caída constante de la producción de hidrocarburos y de casi todo lo demás.

En el "ambiente económico" descripto es imposible trabajar y producir. Por esto el no sorprendente florecer de los "mercados negros". También por esto, la oposición está formulando propuestas, puestas a consideración del pueblo venezolano, segura de que caerán "en saco roto", cuando de ser consideradas por la administración que "conduce" a Venezuela se trate.

Primero, asegurar realmente el derecho de propiedad. De manera que nadie se sienta vulnerable en ese capítulo esencial de la vida de relación. Porque si ello no ocurre, no hay inversión, desde que nadie asume riesgos absurdos. Sin inversión no hay crecimiento. Que es lo que está sucediendo en Venezuela.

Segundo, dejar de financiar los déficits fiscales con emisión de dinero. Esto es, de poner límites a la deuda pública. Para ello la oposición sugiere debatir y sancionar una "ley de responsabilidad fiscal".

Tercero, propender a la unificación de los distintos tipos de cambio. Porque el presunto "anclaje" de la inflación mediante el atraso del tipo de cambio (como sabemos los argentinos) sólo genera pérdida de reservas. Además de permanentes expectativas de devaluación. Y presiones inflacionarias.

Cuarto, definir una política industrial concreta, que permita que la producción venezolana no siga cayendo y, que en cambio, se entone. Incluyendo líneas de crédito a la exportación. Además de poner en marcha políticas de capacitación del personal y promover la inversión nacional y extranjera, con las reglas y medidas que para ello siempre se requieren. Esto es, con normas que, lejos de generar inestabilidad, proyecten confianza. Incluyendo las institucionales. Por ejemplo, la inversión ciertamente no llega cuando, en lugar de independencia e imparcialidad en el poder judicial, se advierte una sumisión ostensible de los jueces y magistrados al poder político. Como en Venezuela hoy.

Quinto, modernizar una infraestructura deteriorada, al punto de estar decrépita. Como es evidente, nada de esto puede estar en manos de los "bolivarianos", a quienes el fanatismo les impide ver la realidad tal cual es, a la que remplazan por un "relato" ficticio, con el que procuran justificar lo injustificable y edificar una "verdad" subjetiva, distinta de la realidad.

Las elecciones municipales del 8 de diciembre pueden emitir una señal de que la sociedad venezolana quiere un cambio. Por ello muchos las consideran un "referendo" al gobierno de Maduro. Veremos si quienes están en el poder aceptan el mensaje que eventualmente les llegue desde las urnas. O si se refugian en el despotismo, en el que se sienten cómodos. Para beneficio propio.