Un mediático es una persona que no tiene una actividad definida o un mérito con el que llamar la atención de los periodistas, que son los intermediarios entre los medios y aquello en lo que supuestamente la gente tiene interés. Cuando una persona no tiene un mérito reconocido -es decir, algo que amerite que los medios la busquen o que se sepa sobre él- intenta lograr la atención mediante otros elementos.

La construcción de un mediático -en Buenos Aires, ya que no ocurre tanto en las provincias- tiene que ver con un modelo comunicacional de impacto, un modelo capitalista que se basa en inventar un producto y crear una necesidad en la gente para que quiera seguir consumiéndolo. No es un modelo dialéctico, que tiene lugar cuando el público logra expresar aquello que necesita ver. El mediático, en cambio, cae en un receptáculo que lo consume y luego se olvida de él. Para que eso no suceda, tiene que aportar constantemente el impacto.

¿Cómo sabe que va a impactar? Hablando de sexo, muerte, droga, del abuso de un niño, de aquello que es tabú o desconocido... A través de cualquiera de estas fórmulas, entre otras, se puede construir una imagen mediática y venderse. Y eso que se ofrece es un objeto vacío, pero da rating y, en consecuencia, publicidad. Por eso se dice que este modelo sólo apunta al resultado de la televisión, que es el económico.

Ricardo Fort nunca fue ingenuo respecto de esto. Podemos deducirlo porque siempre ha tenido agentes de prensa y ellos conocen estas reglas del impacto televisivo, saben cómo eludir el contenido y de todos modos permanecer en TV. Por eso armaba un show, se mostraba estrafalario o se besaba en cámara con otros hombres. Todo en pos de lo que quería: ser famoso. Con una salvedad. Muchas veces los mediáticos logran imponerse casi de manera casual; saben que contando algo íntimo generan un público, no recurren a un agente de prensa. Fort sí lo hizo, no sólo porque tenía el dinero para pagarlo, sino también porque no quería ser una mera figura conocida, también quería ser artista. Construyó un ser mediático no como un medio para llegar al medio, sino para llegar a ser artista.

Fort es un ejemplo contundente del modelo capitalista de comunicación, que es el elegido en Argentina, en casi toda América Latina y en EEUU, aunque algunos países ya lo están cambiando. Con este, el ser humano se convierte casi en objeto y sobre él se aplican reglas de venta, como sucede con los productos.