"Los empresarios son unos cagones", disparó el periodista y médico Nelson Castro, en el prime time de la pantalla de Todo Noticias, el jueves a la noche. Previamente, Castro había pedido disculpas por la palabra que iba a utilizar. "Yo no utilizo ese término, pero lo voy a decir porque es la forma en que les hablaba (Guillermo) Moreno. Y Moreno existió porque ustedes lo permitieron", opinó el conductor de "El Juego Limpio".

Tras la salida de Moreno del gobierno -renuncia en las formas, despido en los hechos-, Castro analizó el patoterismo con que el ex Secretario de Comercio desempeñó su función. Adulteró las estadísticas oficiales que lo contradecían, persiguió y castigó a quienes se "atrevían" a difundir índices desfavorables y amenazó a todo el que no acataba sus órdenes, provenga del sector que provenga, empresario, periodístico, político o judicial.

Castro después dijo que no podía englobar a todos los empresarios en la misma categoría y enumeró algunas excepciones, pero insistió en que el silencio del empresariado ante el avasallamiento de Moreno fue lamentable. Salvando las distancias, la situación planteada por Castro es perfectamente traspolable a lo que ocurre en Tucumán, principalmente respecto de la venta ambulante.

Frente a un gobernador que todos los años promete, ya casi como si fuera una broma, que erradicará el comercio ilegal del microcentro, el mutismo de los comerciantes es asombroso. Salvo esporádicos reclamos de índole institucional a través de la Federación Económica, el resto acepta en silencio la competencia desleal, el contrabando, la evasión y el empleo en negro. Al menos en público, porque en privado la prensa soporta embates muy duros de muchos empresarios que le reclaman al periodismo que asuma posiciones más contundentes contra la ilegalidad. Ahora, cuando el micrófono o el grabador se prende, la mayoría se calla.

¿Es sólo por temor a represalias del Gobierno, como afirma Nelson Castro? ¿O es porque no tienen la conciencia tranquila?

Como fuese, no es el periodismo quien debe asumir el protagonismo de una denuncia o de una queja, pese a que estos últimos años se ha intentado instalar esta idea en la sociedad. El "periodismo militante", de un lado o de otro, no busca la verdad, busca tener razón, que es muy distinto.

El temor que existe en la actualidad a opinar y criticar políticas oficiales no es excluyente del empresariado. Pasa lo mismo con muchos actores de la política y de la Justicia, por ejemplo, que en público dicen que el día está espléndido pero en privado admiten que está lloviendo.

En parte esto es mérito del gobernador, que supo disciplinar a los díscolos, con castigos o con favores, incluso a gran parte del periodismo local, al punto que hoy la única verdad es la realidad de Alperovich, donde en Tucumán hay pleno empleo, la inseguridad es una sensación y cualquier reclamo son palos en la rueda. Cuando LA GACETA le preguntó el miércoles por los gastos (hasta ahora ocultos) de la Convención Constituyente, gastos que él mismo autorizó y firmó, respondió: "no conozco". Punto y aparte, nadie lo cuestiona.

La otra parte de la responsabilidad de que esto ocurra la tiene la sociedad en general, que no asume un rol activo de participación frente a los avasallamientos y la mentira. En Tucumán los tres poderes del Estado funcionan como uno solo, pero también el gobierno ha logrado disciplinar a los actores civiles, entre los cuales los empresarios son los más poderosos. Por eso Nelson Castro tiene razón.