"Mi tarea consiste en preparar los cantantes para óperas o sinfónico-corales. En las óperas tengo que darles las entradas y trabajar con todo el movimiento escénico; si hace falta apuntar letra, también. Hago los ensayos primero al piano, para el coro y los solistas". Alicia Rodríguez es la maestra interna del teatro San Martín: ella no aparece en los conciertos pero es la que más tiempo pasa en el escenario por la suma de horas de ensayo.

Estudió en el Conservatorio Provincial; fue maestra y profesora, de música y de piano.

"Mi trabajo es una pasión. Ya soy la abuelita del teatro y sigo trabajando porque me gusta preparar a la gente para que cante", confiesa. En el ambiente se la conoce sobre todo por su buena onda.

"Como este trabajo no se ve a nadie le gusta hacerlo. Los artistas quieren salir al escenario, aparecer en los diarios, con fotos. A mí no me gusta eso. Soy de perfil bajo", declara.

Sobre la música que prefiere, dice: "cuando estudiaba piano era fanática de Schumann. Todo el día tocaba Schumann y Bach. Y después, cuando me metí en la ópera y la música de cámara, me encantaron. Pocos quieren cantar música de cámara porque es un canto más intimista, más musical; ahí no se puede mentir, a diferencia de la ópera".

Y sobre la música que le gustaría interpretar, afirma: "me gustaría tocar los lieder de Brahms, los de Schumann también; Schubert... Son músicos que han escrito tanto que no alcanza la vida para conocerlos y para estudiarlos. Y Guastavino, entre los argentinos, es impresionante, cada vez descubro más música de Guastavino, maravillosa. Es muy especial: empezó dentro de la escuela nacionalista y después se hizo muy universal, pero siempre con ese aire argentino. A la inversa de otros, como Ginastera. Además, hay otros argentinos que toman mucho de los franceses y tienen aire argentino pero en realidad las forma de escribir es francesa y se parecen a Massenet, a Debussy, son impresionistas".

Con divos

Como pianista acompañante, Rodríguez se pone al servicio de los solistas -y soporta el carácter altivo de divos y divas-. "Es preferible que joroben mucho en los ensayos a que no joroben; es porque les interesa lo que están haciendo. Divos con problemas hay muchos, no quiero dar nombres...", se excusa y se ríe.

La pianista militó desde siempre en la música clásica. "Creo que no sirvo para la música popular -apunta-. Con el tiempo he ahondado el amor por los clásicos; toqué los ciclos de Schumann, Amor y vida de mujer, que es una maravilla; después Amor de poeta. Además yo vengo de una familia de músicos. Mi papá; mi abuelo, que tocaba el contrabajo; dos de mis tíos fundaron la Sinfónica, uno violinista, el otro violonchelista; un tío fue decano de los organistas en Jujuy y compositor". Además, Rodríguez atesora una valiosísima biblioteca personal de partituras. "En vez de leer libros yo leo partituras", asevera. Desde que se jubiló en el Conservatorio, el teatro y cada cantante lírico que quiere dar su concierto la convocan año a año. Y ella no se cansa sino que disfruta: "voy a hacer esto hasta que me muera".