Las necesidades de la Revolución de Mayo determinaron, como se sabe, que en 1810 se instalara en Tucumán una Fábrica de Fusiles. Funcionó precariamente y más bien servía para reparaciones del armamento. Cuando en 1812 se inició el avance realista, el gobierno central ordenó que la fábrica fuese llevada al "colegio" jesuita de San José de Lules, lo que suscitó los reparos del teniente de gobernador, Antonio Luis Beruti. El historiador Ramón Leoni Pinto ha investigado este asunto.

Beruti alegó que la medida "traería demasiados inconvenientes, muchos atrasos y ningún beneficio". Esto porque en Lules no había más que ocho celdas de seis varas, "unos corredores angostos y un patio corto, sombrío y húmedo, como de ocho varas en cuadro". Los frailes "apenas tienen una regular comodidad; las celdas son oscuras para poner en ellas bancos de limadores, y los corredores para éstos son inservibles".

Además "el molino que se puede aprovechar para colocar los taladros, sólo es capaz de dos ruedas y a precio de inutilizar el que tiene el colegio para moler trigo, con gastos de alguna consideración". Asimismo, consideraba que la lejanía de la ciudad haría que los operarios faltaran al trabajo con frecuencia. Finalmente, estaba "el mal temperamento de la zona, lluvioso y abundante de mosquitos, que no dejarían trabajar a los limadores". En cambio, en la ciudad, la fábrica "tiene todos sus trabajos reconcentrados, el molino de los barrenos es de cuatro ruedas, bien construido y está a seis cuadras". En efecto, se hallaba sobre la margen oeste del río Salí.

Finalmente, el traslado no se hizo y don José Ayala presentó el plano y presupuesto de un edificio nuevo.