El descomunal despliegue de recursos del aparato del Estado, sí, del Estado, no del Frente Para la Victoria, es decir, de su dinero y del mío, recordó esa máxima que sostiene: cocodrilo que se duerme es cartera.
Es que en las PASO el alperovichismo estuvo medio dormido. Un poco por las internas que se juegan dentro del propio peronismo, otro poco para medir fuerzas reales entre unos y otros y otro tanto porque era casi un precalentamiento para el partido real, que se jugó hoy.
Es así que el oficialismo, pese a la empleomanía municipal y provincial, obtuvo en agosto un empate técnico en la capital con el Acuerdo Cívico y Social. Y en el interior, donde los partidos opositores ni siquiera llegan a fiscalizar todos los circuitos, las ventajas no fueron las esperadas.
Al punto que una de las principales estrategias del "canismo" era intentar llegar con fiscales a todas las mesas del interior profundo, para evitar que el viento del campo les "vuele" los votos.
Por eso hoy el gobierno desempolvó la billetera y a punta de pistola puso a todo el aparato a trabajar. Se estima que gastaron más de 30 millones en bolsones, transporte y hasta en tarjetas con créditos telefónicos que repartieron a cambio de un voto.
La “patoteada” electoral generó roces en algunos sectores del interior y de la capital, donde se produjeron incidentes entre punteros oficialistas y opositores. Tal vez el más grave fue el que sufrió la legisladora Silvia Elías de Pérez y su marido, víctimas de un “asalto”, por el que terminaron hospitalizados, él con una fractura.
Ganar la capital y “afanar” en el interior fue la orden que impartió Alperovich, obligado a conseguir la tercera banca, que pertenece a la camporista Mabel Carrizo, para llevarla como ofrenda a la diosa Cristina y evitar que se corte el chorro de los fondos nacionales.