Normalmente el cine de salas grandes y pantallas amplias fue visto simplemente como una actividad social para pasar el tiempo o escapar del sol brutal golpeando nuestro cuello, para metaforizarlo de alguna manera. Hasta que un día, entre los 60 y los 80, descubrimos al cine no como mero pasatiempo sino como eso que se llama arte y con mayúsculas.
De esa manera nos percatamos de que una película es algo más que un simple divertimento. Entonces, comenzamos a acudir a salas donde se exhibían documentales, ciclos de películas extranjeras o de consagrados directores cuyas creaciones eran y son motivo de análisis, de reflexión estética y de investigación.
Reducto de cinéfilos
Así llegamos a los cineclubes. Esas organizaciones que agrupaban y agrupan a los buenos aficionados al cine, dotadas de una sala donde se proyectan los filmes clásicos que ya no suelen exhibirse en las salas del circuito comercial.
Al respecto, el cinéfilo Ricardo Antonio Brunetti explicó que a pesar de la escasa documentación que sobre esta temática hay en existencia, él recuerda que en Tucumán fueron varios los cineclubes que abordaban la dimensión estética de las creaciones del séptimo arte. En ese sentido evocó a los cineclubes "Infantil Los Leoncitos, que se abrió en febrero, de 1948, en el desaparecido cine Metro (25 de Mayo 230); Cine Club Tucumán, de biblioteca Alberdi, que inició su actividad en 1953; Martín Buber, del Centro Universitario Judío, de biblioteca Sarmiento, desde 1968, Federico Fellini, de 1968; Consejo Provincial de Difusión Cultural, de 1959; Cine Arte ODEA (Organización de Espectáculos Artísticos, que desde 1950 exhibía su material en el también hoy inexistente 25 de Mayo (25 de Mayo 236), los sábados a la mañana; los Ciclos Culturales Mercantil de la Sociedad Cooperativa de Crédito, de 1967; el Ciclo de Películas del Banco Noar, a partir de 1979; el Cine-Arte Universidad, Gymnasium Universitario, desde 1984; La linterna mágica, desde 1997, y el Cine de Colección, de Gustavo Ovejero, que se inició en 2002 en el colegio de abogados y que en estos días está en el colegio de Graduados en Ciencias Económicas.
En la actualidad funcionan varios, entre ellos, los de Patio Lorca y El Árbol de Galeano.
La Cineteca
Pero el que marcó una línea de alto voltaje fue la Cineteca, entre 1974 y 1989. De acuerdo a las películas que difundía, puede considerarse esta sala de Mendoza 240 como un cineclub. El público que la frecuentaba era en su mayoría de cinéfilos de alma. "En ese espacio pude deleitarme con las producciones de directores como el español Luis Buñuel, del aristócrata italiano Luchino Visconti, del sueco Ingmar Bergman, los italianos Michelangelo Antonioni y Federico Fellini, el franco suizo Jean-Luc Godard, el surrealista estadounidense David Keith Lynch, el finés Aki Kaurismäki, el independiente estadounidense James R. 'Jim' Jarmusch, el alemán Wim Wenders (El amigo americano, de 1977), el serbio Emir Kusturica (ganador de dos Palmas de Oro en Cannes), los estadounidenses Quentin Tarantino y los hermanos Joel y Ethan Coen y el español Pedro Almodóvar, entre otros", enumeró Raúl Rajmil, un habitué de la cineteca y de los cineclubes tucumanos.
En cambio el doctor Carlos Canelada, se refirió a los cineclubes de las distintas facultades en la universidad. "Como las clases eran aburridas me recorría todas las facultades viendo cine. Los vanguardistas rusos, los cómicos, el expresionismo y el nuevo realismo alemán, la nueva ola francesa. Veía todo lo que estaba a mi alcance. Vi La reina Kelly, esa maravilla e inacabada creación de Erich von Stroheim. Es un clásico del cine mudo que cuando se filmó, en 1929, vivía ya su ocaso. Stroheim dirige a Gloria Swanson, una de las grandes estrellas de Hollywood. El melodrama cuenta la historia de una joven, Kitty Kelly, que es raptada del convento donde vive por un príncipe, para ser llevada a su palacio. A pesar de los numerosos problemas sucedidos durante el rodaje, de los famosos enfrentamientos entre el director y la estrella y de su fracaso financiero, hoy en día es indiscutiblemente una obra clave de esa época", recordó.
Canelada también enfatizó que si bien iba a conciertos, a fiestas interminables, a exposiciones, que le agradaba y agrada leer e incluso ir alguna vez a clase, pero lo que más lo entusiasmaba era el cine. Y en tono jocoso añadió: "lo que no recuerdo nunca es dormir, cosa que supongo que haría, pero no recuerdo el hecho de dormir".
Nuevos recursos
Ante la creciente popularidad de la televisión, en la década del 60 al 70, los estudios de Hollywood iniciaron una etapa de espectacularidad y de novedosos procedimientos técnicos para volver a atraer al público a las salas. Así, fueron apareciendo el cine en relieve, tridimensional o 3D, el cinerama -tres películas proyectadas de manera consecutiva en una enorme pantalla cóncava- o la pantalla circular del circarama.
"De todos los inventos de esta fiebre técnica que se produjo en esta época sólo se consolidaron algunos, como las películas de 70 milímetros y el cinemascope y con ello la pantalla panorámica, de proporciones en torno a 1/2, que se impone al formato tradicional de 3/4", opinó el profesor Brunetti.
Cambio de locación
Para abaratar los gastos de producción, y de paso eludir a los sindicatos, los estudios americanos comenzaron a rodar las películas que necesitaban muchos extras y actores, en países europeos. En Italia filmaron Ben Hur (del franco-americano William Wyler, 1959) y Cleopatra (del estadounidense Joseph Leo Mankiewicz 1961-63). A España llegó en 1959, el célebre productor Samuel Bronston que produjo, entre otras, El Cid (Anthony Mann -nombre real Emil Anton Bundsmann-, 1961) o 55 días en Pekín (55 Days at Peking, dirigida por Nicholas Ray -nombre real Raymond Nicholas Kienzle-, 1963)
El cine independiente
Frente al cine encabezado por Hollywood, surgieron en varios países nuevas corrientes, con producciones menos costosas y mayor independencia creativa. Se trataba de cine alternativo, poco comercial, experimental, de vanguardia, underground..., pero que buscaba obras más complejas y comprometidas, con puntos de vista más feministas, intimistas o revolucionarios y que experimentara con las técnicas desde presupuestos bajos.
Así, aparecieron los nuevos cines y el cine de autor. Aunque estos no fueron favorecidos por los medios de distribución.
Otras voces
A pesar de que la industria y la escritura fílmica del cine de Estados Unidos tenía y tiene una posición dominante, los sesenta fueron seguramente una de las décadas en las que con mayor vigor hicieron oír sus voces otras cinematografías como la nouvelle vague y el free cinema en Europa (sin olvidar a Bergman y al nuevo cine alemán), y desde otros continentes al nuevo cine Latinoamericano -y dentro de él, el cinema novo brasileño- o la nueva ola japonesa.
En esas décadas muchos países impulsaron políticas de estado para promover el cine en sus países como respuesta a una invasión cada vez más evidente de los productos audiovisuales (cine y TV) norteamericanos.