La tarde del 31 de octubre de 1993 no sería una más en la historia de Atlético. El equipo que dirigía Hugo Zerr preparaba en el vestuario los últimos detalles antes de enfrentar a Talleres de Córdoba en el Monumental. Además de los tácticos, estaba el de la indumentaria. Los bastones azules y blancos de la "T" eran demasiado parecidos a los celestes "decanos" por lo que había que empezar a pensar en un plan B.
"Usemos la naranja", sugirió despreocupado el entrenador. Zerr se refería a la tercera camiseta que había mandado la marca alemana que vestía en ese entonces al "decano". La segunda, con vivos celestes arriba y blanca en su mayoría, iba a traer los mismos inconvenientes que la titular. Néstor Usandivares, el actual utilero que también trabajaba en ese entonces, puso el grito en el cielo. "No, 'profe'. Va a traer problemas, se parece a la de San Martín", le dijo "Usa".
Zerr, pese a que solía llevarse el mundo por delante, le hizo caso en ese momento y mandó a la cancha a los jugadores con la primera alternativa. El 0-0 del primer tiempo dejó como saldo -además de un pobre nivel de juego- muchas confusiones entre ambos equipos. El árbitro, ni bien el "decano" regresó al vestuario fue claro: "cambien de camiseta". El "Loco", como le decían al técnico, ya tenía en mente cuál usarían pero tenía que convencer a su utilero.
La negativa de Usandivares chocaba con la insistencia del técnico. "Está bien, pero usted se hace cargo", dijo el utilero cuyo principio fundamental hasta el día de hoy es evitar el color rojo hasta en los botines de los jugadores. "La marca de ahora nos manda pecheras de color naranja y no las usamos", confiesa.
Ya con la luz verde, Zerr fue hasta el armario donde estaban las famosas camisetas y él mismo se las entregó a los jugadores. "Las vamos a usar porque me la banco. Yo tengo huevos", dijo mientras las repartía. Ya vestidos, emprendieron camino hacia el túnel, mientras el utilero veía materializada su pesadilla.
Uno a uno, fueron saliendo al campo hasta que llegaron al centro de la cancha y acomodarse, el segundo tiempo estaba a punto de comenzar, pero... Esos minutos bastaron para que la gente reaccionara: los silbidos bajaron desde las cuatro tribunas, tal como recuerda Silvio Nava, estadista y jefe de prensa del club.
"Si no cambian los colores, que quilombo se va armar", improvisó la hinchada en ese momento. Néstor Hugo Sosa, volante titular en ese partido, admite que fue el primero en darse cuenta que aquella camiseta naranja con vivos blancos, no duraría mucho en el torso de él y sus compañeros. Fueron aproximadamente 10 minutos. "Fui el primero en empezar a pedírselas a los muchachos. Las junté y se las di al utilero", dijo.
Con una bolsa negra, Usandivares las iba recogiendo en medio de insultos y un clima bastante hostil. Adentro suyo, la sensación no era la misma. "¡Yo estaba saltando en una pata, viéndole la cara a Zerr!", dijo "Usa", que tenía razón. Luego, volvió del vestuario con las remeras que habían usado en el primer tiempo y se las devolvió. La confusión hacía menos daño que aquella fatídica casaca. El 0-0 final sería más anecdótico que lo que había pasado esa tarde.
Luego de ese partido, Atlético nunca más volvería a usar esas camisetas. El único juego que había mandado la marca de ropa deportiva, se las repartieron entre el técnico y los jugadores, recuerda Nava. Hoy, el único naranja que circula por el Monumental es el del jugo en la cantina, durante el verano. Y más vale que así siga siendo, piden los hinchas.