"El arte es una manera de vivir y de sufrir, ser feliz y estar triste, es un vínculo que no puedo abandonar. Mi mamá me contaba que cuando estaba en su panza, mi padre le aseguraba que sería varón, me llamaría Diego, por Velázquez, y sería pintor". Diego Linares no exponía en esta ciudad desde hace alrededor de 20 años, y ahora, en El Taller (Santa Fe 240), lo hace junto a su madre, la artista Yolanda del Gesso, quien presenta una serie de pinturas y cerámicas. Toda su carrera la hizo prácticamente en Centroamérica. Expuso en Panamá, México, Costa Rica y España. Numerosas colecciones poseen sus obras. No es necesario ya, a esta altura de la nota, aclarar que Diego es hijo del maestro Ezequiel Linares,.
En la entrevista con LA GACETA, sus recuerdos atraviesan las preguntas y las respuestas; la nostalgia aparece aquí y allá. E inesperadamente, por la sala del diario se reencuentra con una ex compañera de la escuela, con la que se abraza emocionados.
- Hace mucho que no venías por Tucumán.
- Regreso casi todos los años a Buenos Aires para ver a mis hijos que tengo con Katja (Alemann), y vengo aquí a visitar a mi madre, trato de estar conectado permanentemente. Pero a exponer, pasaron muchos años desde que no muestro mis trabajos. Ahora vivo en Costa Rica y desde hace 17 años, en Centroamérica; con mi esposa Olga, que es rusa, y también pintora. Hemos comprado una casa grande, pero estamos pensando seriamente en volver. Las relaciones sociales son muy difíciles allí. Estoy en una etapa de cambios…mucho mar, mucho sol, por ahí me cansa ya el Caribe. Incluso estoy retornando a la cerámica.
- ¿Pero vivís del arte?
- Sí, claro, desde hace mucho. Vivo de la pintura, con la que se me abrió un mercado grande, tremendo. Me pasó que una vez estaba en Nueva York, mostrando mi serie "La soledad y la belleza", pero no le interesaba al público y los galeristas no me daban mucha expectativa. A partir del 2000, inicié la serie "Las Mascaras" (sin el acento). La anterior tenía mucho de erotismo, un poco cruel, pintaba andróginos. Y entre la bronca y la burla, comencé con esas negras gigantes, monocromas. Con esta serie despunté. Saqué todo el cuento de los cuadros; allí estaban mis estados de ánimo y decidí trabajar sin pensar. Solo pensaba en colores. No importaba ya qué quería decir. En 10 años hice 1100 cuadros, más de 100 por año, y sin pensar. Y aparecieron los compradores, un mercado. Pasé del cambio selvático a la soledad en los lienzos.
- ¿Qué presentás ahora en El Taller?
- Son cabezas y figuras, 11 en total. La serie más nueva, de este año, que se llama "Las puertas", que para mi son las que abren la oscuridad. Siempre trabajé más con la cabeza que con el cuerpo.
- ¿Y la fotografía?
- La fotografía me remite a lo que yo quise decir. Hago fotografías con una modelo, en Madrid, pero con esa mujer, hago 40 mujeres. Siempre es la misma, pero la voy transformando. Para mi, la repetición es la base de la comunicación. Es como "te voy a decir", "te voy a decir", "te voy a decir", "te voy a decir"… De todos modos no quiero quedar pegado en lo conceptual; porque siempre fui figurativo, y deseo que la gente pueda disfrutar una y otra cosa.
- Y la pregunta de rigor, ¿qué es el arte para vos?
- Nací con el arte, como decía mi padre, respiré con él; le decía a mi madre que seguiría sus pasos. Es mi manera de vivir y de sufrir, y vine marcado totalmente.