"¡Vamos a la canchita"... La frase era un especie de contraseña para convocar al grupo de amigos a jugar un "picado". La "canchita" era, hace algunos años, el recinto sagrado donde se podía pasar el día entero jugando al fútbol. Conocido como el "potrero", era la escuela formadora de futuros cracks. Allí todo se disfrutaba el doble. Y lo mejor de todo: no costaba ni un peso.

El tiempo fue borrando esos espacios verdes de la geografía de cualquier ciudad moderna. Allí donde había una "canchita" se construyó un edificio o algún barrio. Cada vez hay menos espacios verdes y los chicos no tienen dónde jugar. Entonces aparecen los que ven en esa falta de escenarios la posibilidad de hacer buenos negocios. Comenzaron a construirse canchas de fútbol 5 y el "boom" no tardó en explotar. Es que el fútbol será siempre fútbol y no importa el lugar, lo importante es jugarlo. El problema es que como ahora hay que pagar, la solución sólo alcanza a los más grandes, porque ellos están en condiciones de pagar el alquiler. Los más chicos, en cambio, tuvieron que modificar los hábitos. Para ellos lo normal es jugar al fútbol en la Play Station. Sentarse en el living de casa con amigos y pasar horas gambeteando con Messi; haciendo goles con Tévez o Higuaín; defendiendo con Mascherano. Por eso ahora, cuando piden una camiseta de regalo, las primeras opciones ya no son Boca o River; San Martín o Atlético. Ahora lucen las de Barcelona, Juventus, Real Madrid, Inter, Manchester City, Napoli.

Las costumbres cambian y aunque el fútbol siempre será fútbol, en la "canchita" o en la nueva con piso sintético, hay que admitir que también existe una nueva versión: el fútbol en tiempos de Play.