El clima electoral le moja la oreja a los guapos que intentan hacer barullo por cualquier cuestión que no tenga que ver con los comicios. Ofuscados, los tocados por la ofensa responden como bravucones y se prenden -¿sin darse cuenta?- en el juego. Y todo queda teñido de marrón urna. Así las cosas, la toma de las facultades de la UNT, los hechos delictivos reiterados, las malas perspectivas para los agricultores, el alza de la inflación y la caída de la actividad en comercios, servicios, construcción e industria no son más que olas agitadas por las elecciones de mitad de mandato.
Parece que nada importa más que no pisar una baldosa floja que salpique a los candidatos. Por ejemplo, el oficialismo se cuida de mostrarse ajeno a los problemas de los estudiantes universitarios. El Gobierno provincial pudo meterse en los comicios universitarios, facilitar recursos universitarios e intervenir en la política universitaria cuantas veces quiso durante estos 10 años, salvo en todo lo referido a este conflicto. Le soltó la mano al circunstancial aliado Cerisola, a quien abrazó en la Casa de Gobierno para debilitar la fortaleza radical cimentada en los claustros. Con esa alianza de dos, perdieron tres: el alperovichismo, el cerisolismo (si es que existe como tal) y La Cámpora. Ni bien los seguidores de Máximo K desplegaron su glamour en la UNT, el conflicto estudiantil los dejó patas para arriba: rechazaron su rimbombante anuncio de comedor con almuerzo a $ 7 y quedaron como oportunistas derrotados ante la comunidad universitaria.
La oposición hace el mismo juego: El Partido Obrero, la UCR, el peronismo y Libres del Sur tratan de sacar rédito de la protesta estudiantil, pero los pibes no se chupan el dedo y resisten a los codazos la "partidización" -no la politización- de su patriada. Ayer, los chicos de La Toma sintieron el peso de la vieja política, cuando de un lado movilizaron hacia la asamblea para que la ocupación persista y, del otro, llevaron gente para que la protesta se levantara. Nadie se preocupó en plantear debate, sumarse a las ideas, contraponer posturas, resaltar lo bueno y mostrar lo malo de sus acciones a ese puñado de jóvenes irreverentes que se unieron en torno de una causa por la cual luchar. ¿Será que es más fácil decir que la juventud está perdida?
Corrillos y pasillos
El año elctoral también disimula los carteles de "se alquila" de comercios del microcentro, pero ni los gigantes afiches proselitistas logran tapar la caída en la actividad. El peso se cuida (aunque cada vez valga menos) y escasea (pese a que el Banco Central se cansa de emitir billetes). La confianza de los consumidores se desploma con la misma potencia con que el dólar real (o paralelo, que es el que se consigue) y la inflación suben. Esas variables en alza también impactan -mal- en el agro (que sumadas a la seca llevaron la rentabilidad al ras del piso) y en la construcción.
En los pasillos de la Legislatura, de los Concejos Deliberantes y hasta de la Casa de Gobierno se respiran aires de cambio. No del bueno, sino del de fin de ciclo. Cristina y José poseen dos años más como administradores de lo público, pero -cuales ratas- muchos dirigentes ya huelen el naufragio y planean cómo abandonar el barco. Por ello el gobernador se apoya en sus fieles y desconfía de sus cercanos. ¿Y si el que traiciona es Alperovich? No es descabellada la opción: que gane el mejor en 2015, un mejor que eventualmente sea peor que él y que genere un clamor para que el hombre del decenio en el poder regrese a enderezar el crucero encallado. El gobernador comenzará a develar sus intenciones cuando unja a su sucesor: porque un caballo ganador no corre igual que uno perdedor, aunque este último sea un pura sangre del alperovichismo.