Se puede aceptar el postulado que los libros respiran de modo diferente. El conjunto de relatos reunidos en Un día cualquiera contiene ritmos diversos que se condensan alrededor de momentos de la vida diaria. La autora crea, desde la primera línea, una complicidad con los lectores que nos permite identificarnos con la voz narrativa. Hilvana un mundo cotidiano, como lo anuncia el título, que arroja una mirada tierna y despiadada. Antonio Tormo, el primer relato pone en el centro a la madre. La narradora arma la escena de lectura, la vincula con la experiencia de la canción. Uno de los aciertos es la construcción de la mirada pícara y misteriosa de la niña que se detiene en los detalles, aquellos que la lejanía de los adultos le permite espiar y experimentar, que al mismo tiempo desafían su comprensión. Como en el caso de la muerte de la tía que cambia su vida al introducir un hecho radical: "La sensación de que quería algo para contar a mis amigas se cambió por otra más fuerte; yo era protagonista de algo importante".

Las narraciones trazan casas, barrios familias, casas, deseos, espíritus, sueños, amores. La relación con las amigas Norma y Mirta le enseña la crueldad de las diferencias sociales. Lo siniestro sólo se entreve, no llega a aparecer de manera definitiva. La adolescencia es un aprendizaje de las distancias, al mismo tiempo que la necesidad de huir de lo familiar. La protagonista del relato Mi barrio y los vecinos se pregunta "¿Y cuál será mi lugar?".

En Maestrita se inquieta ante la clasificación que se propone entre gente ubicada y desubicada. En Desfulanizar intenta evadir el peso del contexto familiar; "volver más reales a las personas, para comprenderlas en su mismidad, no ligadas a la rutina que mata". Los relatos se detienen en momentos diversos: un viaje a La Paz; la bohemia universitaria, la historia de una venta, un café en Buenos Aires, la presentación de un libro en Rosario. Algunos abandonan la primera persona pero comparten gestos.

La concepción de la escritura como artesanía, como tarea material que supone "juegos y trabajos de manos" subyace en este libro al que se puede aplicar la caracterización de Tununa Mercado de "arte de lo mínimo, que no por pequeño es fragmentario".

Como dice la narradora de uno de los cuentos, "de todos modos, si se mira bien, todo tiene que ver con todo en este mundo". Hebe Uhart, a quien durante mucho tiempo se la consideró una escritora "secreta y de culto", demuestra que puede contener el universo.

© LA GACETA

Carmen Perilli