En los cincuenta, de niño, caminaba por esa calle de Lules vendiendo LA GACETA. Desde ayer lleva su nombre: "avenida Ramón Bautista Ortega". Tiene casi dos kilómetros de extensión, va desde la ruta 301 hasta la localidad de El Ceibal Chico, pasando por el ex ingenio Mercedes.

La ordenanza fue aprobada en noviembre de 2012 por unamidad en el Concejo Deliberante de San Isidro de Lules. La iniciativa provino del presidente del cuerpo, Roque Gabriel Salazar. ¿Por qué surgió el proyecto?, le consultó LA GACETA al edil. "Porque soy fanático de Palito", contestó. "Mi hermano mayor -recuerda- tenía un Winco y se la pasaba poniendo los discos de Ortega. El último disco que tengo (en pasta) es 'Creo en Dios'". Apunta que este homenaje al ex gobernador de Tucumán "va más allá de la política; no viene por ese lado, sino por el lado sentimental", acota.

Ortega fue recibido ayer después del mediodía, frente al club deportivo Mercedes, por delegaciones escolares, cientos de vecinos y los ediles de la cuidad, al grito de "Palito, Palito". "Esto superó mis sueños, es un gran gesto de generosidad", dijo brevemente a los periodistas que lo cruzaron en la ceremonia. Después de entonar el Himno Nacional, se descubrió el cartel indicador de la arteria con el nombre del artista.

De saco verde claro, camisa y pantalón blancos, zapatos marrones claros y anteojos negros, con la misma delgadez de siempre, Palito se abrazó con la gente, saludó a los pequeños alumnos y a las maestras, a sus amigos de la infancia.

En el club, en un escenario, frente a gran cantidad de gente, Salazar elogió al ex mandatario. "Es un ejemplo de vida, nuestro ídolo, alguien que no olvidó sus raíces", manifestó.

"Cuando se propone algo tiene que tener una semilla sembrada, yo tenía la mía aquí, en estas calles. Crecí cantando, soñando en cantar en un escenario, lo hice; ahora recibiré un Grammy, que es una especie de Oscar para el artista. Todo eso nació aquí", dijo Ortega luego.

Lamentó que no estuviera su padre en el acto. Dirigiéndose a la gente que lo escuchaba; Palito deslizó: "nunca dejen de soñar, inculquenles a sus hijos un sueño, y que es posible lograrlo". Para ello puso su ejemplo de vida, recordando su niñez como limpiador de sepulturas. "Yo cantaba mientras trabajaba y otros me hacían callar, por el lugar", señaló. Contó cómo viajó a Buenos Aires para abrirse camino e insistió en apostar a los sueños porque se pueden hacer realidad.

Tras agradecer el gesto de darle su nombre a una calle, tomó una guitarra y cantó un par de canciones: "Changuito cañero" y "La sonrisa de mamá".