Los resultados de las PASO, que han alumbrado el nacimiento de una nueva fuerza "renovadora" en Buenos Aires, han modificado el panorama político en la Argentina. La mayoría de los analistas y actores políticos dan por agotado el ciclo de ese ocupante transitorio del último piso del edificio peronista identificado como "kirchnerismo". Frente a un escenario futuro, donde según Santiago Kovadloff "el peronismo derrotará al peronismo", los analistas han vuelto a reflexionar sobre la naturaleza de este ectoplasma político, tan perturbador para los esquemas interpretativos tradicionales. En los primeros años del peronismo los analistas buscaban afanosamente definir al peculiar movimiento por su perfil ideológico. De allí, surgieron etiquetas como "fascismo" o "nazismo" y otras más amables, como "tercermundismo" o "populismo". Pero, ante la ineficacia de utilizar los criterios topográficos tradicionales que sitúan a las fuerzas políticas "a la izquierda" o "a la derecha" de un centro imaginario, surgieron etiquetas más plásticas, casi literarias.

El historiador Luis Alberto Romero acaba de ofrecer una sabrosa asociación del fenómeno con el dogma cristiano de la Santísima Trinidad, dado que "el peronismo encierra el misterio de ser uno y muchos a la vez". Por su parte, el politólogo Natalio Botana sugirió que se trata de un movimiento "transformista", que va cambiando según las circunstancias, pero unido alrededor de un argumento común: la apetencia hegemónica por conservar el poder, bajo el pretexto de que es el gran movimiento inclusivo que abarca a toda la Nación.

Todas estas agudas caracterizaciones ayudan a acercarse al fenómeno, pero son todavía insuficientes para detectar cuál es el secreto de la supervivencia excepcional del peronismo, que ha conseguido sobreponerse a errores extremos que lo pusieron al borde de la desaparición. Se puede recordar, entre otros, al "cinco por uno" del primer peronismo; el combo siniestro de Isabel, López Rega y las Tres A, del segundo peronismo; el fundamentalismo de mercado del tercer peronismo, liderado por Carlos Saúl Menem y este cuarto peronismo -que algunos justicialistas consideran "de cuarta"- donde el pragmatismo oportunista de Néstor Kirchner se ha visto sustituido paulatinamente por un doctrinarismo agresivo y tremendamente ineficaz de su cónyuge supérstite.

El peronismo, ha sido en la Argentina la escalera oportunista para acceder al poder,. Muchos de los que en una primera etapa se acercaron a Néstor Kirchner, ilusionados con la esperanza de que iban a dar lugar a la formación de un nuevo espacio transversal, superador del peronismo, pronto comprobaron como las necesidades de coyuntura lo llevaban a recostarse en el pejotismo tradicional.

El nuevo movimiento político que lidera Sergio Massa se presenta como "renovador". Aunque es prematuro afirmarlo, tiene enormes posibilidades de conducir a un grueso sector del PJ a confluir con otras fuerzas políticas y dar origen a una coalición moderna, transversal, que ya no podrá ni necesitará denominarse "peronismo". Tal vez sin proponérselo, por simple necesidad pragmática, podría contribuir decisivamente a diluir al peronismo. Es muy pronto para saber el sendero que transitará Massa y su Frente Renovador. Pero, lo que sí se sabe es cuáles son los nudos que tendría que desatar o cortar un partido que fuera auténticamente "renovador".