Hasta los 10 años el único instrumento con cuerdas que María José Medina conocía era la guitarra criolla. Esa que su tío hacía tronar en una banda folclórica de Concepción. Por eso, el día que escuchó el sonido del violín quedó enamorada de su dulzura y le preguntó a su mamá si podía comenzar a ir a clases de música.

Hacía poco que vivía en el barrio 2 de Septiembre, en Yerba Buena, con sus papás y sus 10 hermanos, y estaba preparándose para hacer la comunión en la capilla Divino Niño. Un día, Marcelo Ruiz, profesor de violín, interrumpió un rato la catequesis para compartir con los chicos el sonido de ese instrumento que apoyaba sobre su hombro y sostenía con la quijada. María José se acuerda de ese día como si fuera ayer, aunque ya pasaron cinco años.

Por esos días, Marcelo estaba comenzando a organizar una orquesta barrial formada por niños de los alrededores de la parroquia. Su mejor marketing era presentarse en las clases de catequesis y embelesarlos como si fuera el flautista de Hamelín.

María José comenzó a tomar clases de violín y este año de viola. "Cambié por inspiración y porque el sonido es mucho más dulce", explica. Tiene 16 años y ya planea continuar sus estudios en la escuela de Música. Además, sueña con llegar a formar parte de la Orquesta Sinfónica de la provincia.

Hace tres meses tuvo una experiencia casi única. Gracias a una beca pudo tomar clases con Marcela Magin, viola solista de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, en el teatro Colón. Viajó para someterse a una clase intensa de cuatro horas que compartió con dos chicos más. "Yo había preparado un minué y ella después de escucharlo me hizo las correcciones", cuenta. La posición de la mano, el tiempo y cómo colocar la viola fueron algunas de las cosas que le marcó. Su mamá, Sofía, dice que estaba más emocionada que su hija: "ella lo vivió con total naturalidad, en cambio yo estaba muy nerviosa".

Algunas tardes después de la escuela va a clases de viola. Los días que no tiene clases debe practicar en su casa. Dos hermanos también van al Divino Niño a aprender guitarra y otro percusión. Su mamá ayuda en el comedor que funciona en esa iglesia y su papá, José, es sanguchero en un bar.

Como son tantos siempre tiene un auditorio dispuesto a escuchar sus progresos. Por ahora practica con un instrumento que le donaron a la orquesta, como la mayoría de los niños que aprenden ahí. Uno nuevo sale entre $5.000 y $ 6.000. "El año que viene es la gira de quinto año, pero ya le dije a mi mamá que no quiero ir. Prefiero que con esa plata me compre la viola", dice. En la escuela planean viajar a Carlos Paz.

Los orígenes

La orquesta que funciona en Yerba Buena es una réplica de un modelo que inició José Antonio Abreu en Venezuela hace 35 años, cuenta el maestro Ruiz. Él fundó el Sistema de Orquestas Infanto Juveniles, que en Argentina se conoce con el acrónimo Soijar y cuya primera célula fue la Orquesta-Escuela de Chascomús, Buenos Aires.

El objetivo es crear orquestas en barrios humildes e integrar niños de la zona. "El maestro Abreu estaba convencido que la música salva y ayuda", dice Ruiz.

Esas orquestas se fueron desparramando por varios países y de allí salieron grandes talentos. Él cita el caso de Gustavo Dudamel, que hoy es director de la Filarmónica de Los Ángeles y de la Sinfónica Simón Bolívar. Sus inicios fueron en una orquesta Infanto Juvenil de la mano de Abreu. Dudamel limpiaba vidrios en un semáforo.

Gracias a un convenio con Soijar, los chicos del Divino Niño tienen a partir de ahora las puertas abiertas para participar de clases con talentosos músicos del Colón. En noviembre recibirán la visita de músicos que forman parte del programa que les darán clases a los chicos. Los que enseñan fueron de niños alumnos de la orquesta, esa es otra de las virtudes del sistema.

"María José va a seguir viajando y la idea es que una vez al mes vaya alguno de los chicos", cuenta Ruiz. Para el traslado consiguieron que un empresario del transporte les donara los pasajes ida y vuelta en el día. Los chicos van, participan de la clase y se vuelven con la tarea para la próxima vez.