La historia del voley en Monteros es un cofre lleno de tesoros. Jugadores y equipos fueron moldeando tal riqueza. De ese pasado, en la década del '80, surge la figura de César Augusto Nieto, que con 17 años y mientras jugaba en la Primera de Social, fue llamado por el técnico coreano Young Wan Sohn para integrar, en 1983, el preseleccionado nacional juvenil y luego la selección que salió subcampeona Sudamericana en Bucaramanga (Colombia).

Aquel atacante neto, de 1,80 metro y que jugó hasta los 30, tiene hoy 47 años, vive en Buenos Aires, está casado con Mariana Aldao (una odontóloga de General Madariaga), tiene un hijo, Lorenzo, de 10 años, y se dedica a su profesión, la kinesiología, mediante la cual llegó a contactarse con figuras del deporte argentino.

- ¿Qué te dejó el voley?

- Lo llevo en la sangre desde que empecé a los 11 años, en la escuela Normal de Monteros. Recuerdo con cariño haber ganado provinciales y haber representado a Tucumán en los nacionales. Me fui a los 17 años y llegué a jugar en Geba y en Ciudad de Buenos Aires.

- ¿Qué recordás de la citación de Wan Sohn?

- Primero fui a una pretemporada en Misiones con el seleccionado mayor. Fuimos como sparrings cuatro juveniles. Entrené con Daniel Castellani, Hugo Conte, Esteban Martínez, entre otros. Fue muy exigente: fui pensando que era un gran jugador, y cuando regresé estuve más de una semana sin tocar una pelota, tenía callos, me dieron con todo y me di cuenta que, si bien podía ser una figura en la provincia, afuera no era nadie. Fue una experiencia inolvidable.

- Fueron años de mucha acción deportiva...- Comencé en 1986 en Geba y también entrenaba con la preselección juvenil. Cuando terminé la secundaria fue a Monteros el técnico de Geba a hablar con mis padres y en pocas horas se definió mi futuro: ser jugador de voley. Primero viví en hoteles, luego en departamentos. Con el viático que me daban me alcanzaba para vivir, aunque mis "viejos" - Marta y Ricardo- también me ayudaban. Ese año empecé a estudiar Kinesiología y en cinco me recibí. Dejé de jugar definitivamente en 1995 en Ciudad de Buenos Aires, equipo con el que gané varios títulos.

- ¿Por qué no llegaste a la selección mayor?

- Hoy mido 1,84 metro, en ese momento tenía 1,80 y ya estaba el plan altura, que exigía 1,90, más allá de tener condiciones. - Pero tenías un gran salto...- Sí. Yo llegué a 1,05 metro desde el piso. Llegaba con mi pecho a la altura de la red. Era todo elasticidad, siempre me resultó fácil, sencillo y divertido. Eso sí, en 2010 me operaron de una hernia de disco por dar tantos saltos.

- ¿Hiciste carrera como kinesiólogo?

- Llevó más de 20 años en esto que me fascina. En 1995 trabajé en los Panamericanos de Mar del Plata, con la selección mayor de voley. De 1992 a 1993 estuve con el voley femenino e hice una gira por Europa durante un mes. En el '97 estuve en Malasia, en el Mundial de hockey sobre cesped masculino. Y pude haber seguido con distintas selecciones, pero preferí darle más tiempo a mi familia y a mis propios emprendimientos.

-¿Qué experiencia rescatás de tu trabajo en el Cenard?

- Comencé hace 20 años y ahora voy dos veces a la semana. Tuve la suerte de trabajar con grandes deportistas de distintas disciplinas. Pero el más grande seguro, fue Diego Maradona. Fue en el '95, luego del Mundial de EE.UU. Lo conocí a través del deportólogo Néstor Lentini, que me pidió que lo vea junto a un grupo por un problema de meniscos de la rodilla derecha. Me pareció un tipo muy divertido, nos trató muy bien, hasta nos invitó a cenar.

- En tu vida cambiaste mucha acción por la tranquilidad...

- Sí. Vivo el día a día, disfruto y valoro lo que tengo. Primero puse un centro de pilates y lo uso como un anexo para una mejor calidad de vida. También empecé meditación, aprendí en 2003 con un inglés Michael King. Todo eso lo fui transmitiendo a los pacientes, a la gente que quiero.

- ¿A Monteros siempre volvés?

- Trato de ir las veces que puedo, ya sea solo o en familia. Y más desde diciembre de 2010, cuando mi hermano mayor falleció. En octubre se casa mi hermana Julieta y voy a viajar. Y hay un dato: mi hermana Celina tiene un hijo, Ramiro, de 19 años, que es un gran proyecto en el voley. Juega en Pellegrini y es quien me sigue los pasos.