Rutas nuevas, grandes inversiones y un crecimiento que sorprende. Alrededor del nuevo autódromo, uno de los más modernos del país, crece una ciudad que hace sentir a los turistas que están realizando un breve viaje hacia el futuro. Termas de Río Hondo está cambiada, pero conserva viejas tradiciones. Parece dividida en dos mundos que, cada uno a su modo, no dejan de sorprender. Lo antiguo convive con lo moderno. Apenas algunos kilómetros separan ambas realidades.

Subiendo por la costanera o por el nuevo camino que se construyó a pocos metros de la entrada de la ciudad se llega hasta Las Termas renovada. Allí todo sorprende. Empezando por esa mole de cemento que es el autódromo, donde las principales categorías del automovilismo argentino ya hicieron vibrar a los aficionados tuercas, mientras se anuncian ambiosos proyectos que incluyen espectáculos internacionales como el MotoGP, que llegará el próximo año con una carrera del calendario oficial. También se construyó un aeropuerto y está en marcha un espectacular hotel cinco estrellas que se elevará en el mismo predio donde está el autódromo. Pero no todo termina ahí. Centros comerciales, residencias de descanso y otros proyectos están en marcha.

Sin embargo, los habitantes de este centro turístico parecen vivir al margen de todo eso. Para ellos nada cambió. Hay tradiciones a las que la modernización no les hizo mella y perduran en el tiempo. La siesta, por ejemplo, es sagrada. Nada ni nadie puede con ella. No hay dinero que la compre ni paquete turistico que la venda. Cuando el mediodía le cede lugar a la siesta, las puertas de los negocios se cierran. "Volvemos a las 17", es la respuesta del encargado cuando algún turista llega apurado para comprar algún recuerdo.

Así es Las Termas de Río Hondo. Mientras algunos no duermen tratando de construir uno de los centros turísticos más modernos del país, otros no se pierden la siesta por nada del mundo.