Florinda Leguizamón tiene 76 años de vida, y más de cinco décadas se las ha dedicado a la vida sindical, primero como docente y ahora como representante de los "Jubilados de la Plaza de Tucumán". El viernes, en un acto organizado por en Congreso de la Nación, la referente gremial fue premiada -junto a otros dirigentes de amplia trayectoria del país- por su lucha a favor del sector pasivo.

Aunque estuvo en uno de los principales escenarios políticos del país, Leguizamón asegura que no fue el momento más emotivo en su vida gremial.

- Recuerdo la primera marcha que hicimos, en pleno gobierno militar, con los docentes. Salimos desde Fotia hasta Casa de Gobierno. Era 1980, y yo era mucho más joven (tenía 43 años). Estábamos cansados de callarnos, y me acuerdo que nos encontramos con (César Américo) 'Cacho' Zelarayán. El me preguntó: ¿vamos a seguir con la mordaza? Yo no sabía qué hacer, por mi familia, mis hijos... Hasta que me dijo: 'convoquemos una asamblea general'. Nos abrazamos y salimos a buscar la gente por las escuelas. Cuando llegamos a la Fotia, el día de la reunión, me corrían las lágrimas al ver que los guardapolvos blancos llegaban hasta la Sala Cuna. Y entre todos decidimos marchar en silencio hasta la plaza Independencia. La Caballería venía detrás nuestro. Pero nosotros no teníamos temor. - ¿Cómo empezó su carrera sindical?- Mi lucha empezó cuando cumplí 20 años y me inicié como docente. Me afilié a ATEP, porque en ese entonces no teníamos obra social ni otras cosas que hoy son normales, gracias a los años de lucha. Así fue como se fue metiendo en mi sangre el gremialismo, con el gran maestro Francisco Isauro Arancibia, con Atilio Santillán. También caminamos la calle con "Cacho" Zelarayán, que la dejó hasta su muerte. Y yo sigo, para tratar de lograr para la provincia justicia en lo económico y lo social. Hoy, la lucha ya no es sólo por los docentes, sino para que los jubilados de todo el país puedan recibir el 82% móvil.

- ¿Cómo es la realidad del jubilado que se acerca a usted?

- Es muy emocionante encontrar jubilados cuyas caras no conozco, y me dicen: "fuerza, señora, siga adelante". Pero me duele mucho cuando me dicen: "yo la conocí a través de mis padres, por su lucha, y ellos se fueron esperando cobrar lo que les correspondía". En todo eso pensé cuando recibimos la distinción. Mi vida ha sido dedicada a la lucha, y ahora me abracé a la causa de los jubilados. Estuve a punto de morir por una enfermedad muy grave, pero cada miércoles que llegamos a la plaza es como si tomara un té compuesto para tener otra vez energías.

- ¿Cómo siente que se trata a quienes hacen estos reclamos?

- Los trabajadores en actividad deben entender que peleamos para ellos, y necesitamos su apoyo. Hoy, el 70% de la gente aprueba lo que hacemos, pero es indiferente, y no acompaña. Otro porcentaje, por desgracia, se mofa de nosotros. Desde los visillos de Casa de Gobierno muchas veces nos ven de forma despectiva, pero no nos importa. Mientras haya un jubilado en la plaza reclamando por sus derechos, va a continuar todo esto.