El gobernador vuelve para enfrentar su destino político, que por primera vez en una década parece ya no estar completamente en sus manos. Como tampoco lo está, cuanto menos hoy, el peronismo tucumano.
En la provincia, hace dos domingos y en un mismo acto, ganó el peronismo y perdió José Alperovich. El propio mandatario lo dejó en claro. El Frente para la Victoria local (o Frente para las Esposas) había obtenido 390.000 votos con una lista encabezada por un ausente. Eran apenas 10.000 votos menos que el objetivo mínimo. Sin embargo, el jefe de Estado que redujo su proselitismo al ámbito del Salón Blanco, no se presentó en la Casa de Gobierno. Ahí, mientras observaban cómo el Acuerdo Cívico y Social duplicaba los sufragios de 2011 (esta vez consiguió alrededor de 240.000), las huestes justicialistas se daban ánimo entre sí afirmando que, con esos guarismos, el peronismo iba a seguir siendo quien consagrase el próximo gobernador. El peronismo...
Mientras Alperovich armaba los bolsos, una lectura se materializaba en el territorio. Aunque con cimbronazos, el peronismo puso los votos donde había que ponerlos. El 11 de agosto, en cambio, el que no aportó "sus" sufragios fue el gobernador. O sea, el PJ (sin exigirse al máximo) ganó donde debía ganar y perdió donde siempre fue derrotado. Los que no aparecieron fueron los apoyos que el alperovichismo aportaba a su sociedad con el PJ. Los que hicieron que en 2005 ganara en todas las escuelas. Los que, en 2011, le dieron la recontra-reelección con casi el 80% de los sufragios. Esos votos son los de "la clase media" o "la opinión pública" o "los independientes", como los designan en el palacio. Un sector complejo de determinar, pero fácil de identificar.
Sin control
O sea, sí hay peronismo más allá de Alperovich y eso desacomodó al gobernante que no dio la cara. Ese es el certificado de defunción del cesarismo subtropical. Tras una década de desayunadores que le decían, día a día, que todos los votos eran de él (y sólo de él), Alperovich se enteró un domingo que él no controla el peronismo. Ese movimiento que desengaña a cachetazos.
Y es que las PASO arrojaron una sola certeza, que no tiene que ver con urnas escrutadas, porque la sumatoria de votos sólo arrojó potencialidades. O sea: 3 a 1 para el Gobierno si se mantienen las proporciones, 2 a 2 para el Acuerdo Cívico y Social si profundiza su tendencia alcista. Lo que puede saberse ya es que de las primarias abiertas ha salido un alperovichismo debilitado. Y ese es el triunfo de un peronismo que, en esta circunstancia, dejó de necesitar un Alperovich todopoderoso.
En la Casa de Gobierno lo saben, y reaccionan kirchnerizadamente: le echan la culpa a casi todos. El villano favorito es Domingo Amaya. De todo lo que predican -y amenazan- respecto de él, lo publicable consiste en un reclamo: si hubiera trabajado para aportar "tan sólo" 30.000 votos más, el alperovichismo habría salido triunfal. O sea, lo que al amayismo no le convenía. Y a muchos otros intendentes, tampoco. Son esos jefes municipales a los que el Ejecutivo acusa de que "se la guardaron", "la patinaron" o "jugaron en contra". Lo suficiente como para perder votos en todas partes, menos en Trancas (Osvaldo Jaldo ostenta hoy el monopolio de un bien escaso en el oficialismo: autoridad). Son, en definitiva, los caciques que, en voz baja, hablan de raras magnitudes: "laburamos al 60%", "no aceleramos a fondo", "no tiramos toda la carne al asador", "usamos medio músculo".
Ese "jugar al quedo" se había evidenciado en la exagerada contratación de vehículos durante el domingo de los comicios: fue la coartada para decirle a Alperovich "mirá cómo movilizamos". Pero esos mismos autos vacíos eran la prueba de que para "José" no trabajaron como se debía.
Sin propuestas
¿Por qué? Porque Alperovich, errado en su convencimiento de que al peronismo sólo se lo maneja con la billetera, nada ofreció políticamente. ¿O la propuesta a los intendentes es que llenen las urnas para que, a cambio, el gobernador los siga exprimiendo con el Pacto Social, por el cual se queda con la coparticipación y sólo paga salarios? ¿Trabajen para darle un gran triunfo a "José" así él sigue sin darles un centavo del Fondo Soja? ¿Todos los caciques para uno, pero ese "uno" sólo para él (familiares y amigos)?
El desconcierto del alperovichismo consiste en que ya no tiene, políticamente, mucho para ofrecer al peronismo. La promesa de la reforma constitucional es un fósforo mojado. Y no sólo porque la endeble performance electoral de hace 15 días la sepultó: ya antes de las PASO, la musiquita de habilitar más reelecciones sólo hacía bailar a un puñado de legisladores. Porque los intendentes hace rato que hicieron cuentas para tratar de dejar esposas, hijas, hermanas o socios en sus despachos y mudarse ellos a la Legislatura. Lo blanqueó el amayista Germán Alfaro: no hay chances, con este resultado, de una nueva enmienda. Léase, la reforma es una moneda de cambio más devaluada que el peso.
Olor a fin de ciclo, que le dicen.
Sin atender
Por caso, a los teléfonos de la intendencia capitalina llaman las más diversas municipalidades del interior. Hay quienes recomiendan derivar comunicaciones a la intendencia de Famaillá. Eso sí: los únicos telefonazos que el amayismo jura no atender son los que efectúan desde la cima del radicalismo. Los voceros de "El Colorado" pregonan que no puede haber una cumbre entre el "lord mayor" y el senador José Cano por ahora. Dicen que una cosa es no transpirar en octubre, luego de que el alperovichismo no les diera lugar en la lista ni recursos para la campaña, y que otra es traicionar. No tanto a la Casa de Gobierno como a la Casa Rosada, de la que dependerá la supervivencia económica hasta 2015. A lo que se suma que al amayismo le conviene un Alperovich debilitado, pero no un senador radical súper poderoso.
Sin unidad
Al ACyS le toca gestionar los desafíos del crecimiento. Y son muchos. El primero es que la unidad sea mucho más real que una reunión, en un hotel, para la foto. En las PASO de 2011, el Acuerdo sacó casi 140.000 sufragios, entre todas las líneas internas. En las generales, la nómina que había salido de las primarias consiguió casi 20.000 votos menos.
Claro que son circunstancias y candidatos distintos, pero lo cierto es que dentro de la mismísima lista arrasadora de las PASO, las cosas no están bien. Específicamente, entre Cano y Casañas.
Los voceros del senador reniegan de que el diputado hasta demoró en facilitar los espacios de publicidad callejera que había contratado para sí a principios de año, cuando barajaba encabezar la propuesta. Desde el sector de Casañas lo desmienten: sostienen que nadie ha aportado tanto a la campaña como ese grupo y afirman que mientras ellos trabajan para sentar dos diputados, el canismo inventa reyertas a modo de anticipar que, si sólo consagraran un escaño, Cano no cumplirá el acuerdo -no escrito- de la doble renuncia (la de él, junto con Silvia Elías) para que Casañas siga siendo parlamentario.
Sin política
Esos rayos y centellas anticipan otro frente de tormenta: el de los socios de la UNT. Si Elías de Pérez deja la Legislatura (para completar el mandato de Cano en el Senado o para asumir como diputada), a su banca provincial debería ocuparla Fernando Valdez, director de YMAD por la UNT. Si Valdez resolviera no dejar ese cargo estratégico, eso significaría el fin de la Pisarello: asumiría como legislador José Hugo Saab, funcionario alperovichista y archienemigo de Sacca en la interna universitaria.
Esa disyuntiva llega en un momento inoportuno para los socios de Cano: se abre un frente cuando ya se largó la carrera por el Rectorado, con tres espacios netos en pugna: el de la vicerrectora Alicia Bardón, auspiciada por La Cámpora; el de los decanos que responden a Sacca; y el de los decanos que congrega Mateo Martínez, de Medicina.
La pelea es central para el alperovichismo: está en juego, sin más, la administración universitaria de la que depende Canal 10.
Pero esta misma efervescencia opositora desnuda otra frustrante limitación alperovichista. La contundencia del triunfo de Cano aborta la reedición, para octubre, de la clásica jugada de Casa de Gobierno: sacar la billetera para acicatear internas opositoras. Después del 11, no hay quién le haga sombra al senador en la vereda del frente. Así que el "problema Cano" sólo puede enfrentarse con política, algo que el alperovichismo, que sólo sabe sacar la billetera, ha olvidado.
Sin conducción
Con el peronismo lo aqueja el mismo maniqueísmo: la única repuesta del alperovichismo es ofrecer premios y castigos con el bolsillo del erario. Un intendente del Gran San Miguel amenaza a sus funcionarios con renunciar si pierde en su distrito en octubre y arrastrarlos a todos (miles de contratados, inclusive) fuera de la renta estatal. En los pasillos del Ejecutivo amagan con intervenir una intendencia del Este, dónde acusan al jefe municipal de no haber movido un pie en las PASO, salvo para "guardarse" el millonario incentivo gubernamental. Y a los que no son amenazados, les prometen lo de siempre: recursos y aparato.
Pero con la plata no alcanza. Y no se trata de que no alcanza sólo para las elecciones. Para lo que no alcanza es para controlar el peronismo. Muchísimo menos, para conducirlo. Entonces, Alperovich vuelve para jugarse su poder de decisión sobre 2015. Si podrá decidir quién será el próximo gobernador, o si sólo podrá acordar su sucesión, o si apenas podrá escoger a quién dañar para que no llegue.
En definitiva, vuelve a encarar el período más incómodo de su década como gobernador. La etapa en la cual el peronismo le hizo recordar, en un domingo inolvidable, que él siempre estuvo "de prestado" en ese movimiento, que sólo sirve a quien le sirve.