El resultado electoral nacional no debiera sorprender en su sentido -aunque sí en relación a que el FpV no llegara al 30% de los votos- a quienes seguimos con atención el clima de opinión pública durante los dos últimos años. En 2011, el fenomenal triunfo electoral de Cristina Kirchner se edificó en base a dos pilares: el reconocimiento de lo realizado durante el mandato de Néstor Kirchner -quien luego de su muerte consiguió una consensual estima-, y lo realizado durante el mandato de Cristina. Así se valoraron las políticas sociales de inclusión, las políticas de derechos humanos, el crecimiento económico, la renegociación de la deuda, las paritarias, la asignación por hijo etcétera. Pero también se la votó en función de las expectativas y deudas de su Gobierno: elevar la calidad de vida, reconocer y terminar con la inflación, reconocer y atacar el tema de la droga y la inseguridad. Inclusión laboral formal, mejorar la calidad del transporte, generar mayor movilidad social.

En 2011 se reconoció y premió lo realizado y, en 2013, se advierte que fue por lo adeudad. La Argentina es aspiracionalmente una sociedad de clase media; la misma que advirtió con tres movilizaciones que algo no estaba bien. La confusión entre el clima social con la presión de las corporaciones seguramente hizo que para muchos la advertencia no fuera tomada en cuenta.

Las elección en provincia de Buenos Aires premió a quien supo ponerse por encima de los extremos, reconocer lo bueno y mirar hacia adelante. El espacio social y político que ocupo Massa estaba vacante y lo ocupó alguien que pudo combinar gestión con visión de futuro, saliendo de viejas y nuevas antinomias. Para octubre nadie tiene una carta de crédito acordada: todos deberán volver a ganarse la confianza de los electores. Pero quien corre con mayores riesgos es el Gobierno nacional, a quien situaciones de polarización electoral claramente le resultan inconvenientes.

Si en Capital Federal el electorado decide realizar un voto útil, el segundo lugar de Filmus puede estar en riesgo. Si en provincia el Gobierno subestima al electorado y vuelve a empujar a la polarización o a las campañas negativas, corre el riesgo de una polarización que agrande las diferencias. Para el interior del país corre la misma regla. Seguramente el oficialismo replanteará su estrategia, pero primero deberá decidir si está ante un problema comunicacional o un problema de gestión. Optar por la primera de las alternativas no parece lo mas aconsejable.