Tras los resultados de las elecciones primarias surgieron las especulaciones y los pronósticos sobre qué puede pasar en la economía argentina.

Ante la tendencia electoral evidenciada, varios sectores de la actividad privada entienden que los desequilibrios se han profundizado y que los límites son más estrechos, lo que hace necesario introducir modificaciones. Así, surgieron dos claras reacciones: una pesimista y otra optimista. Ante los números electorales, habrá profundización del modelo, sostiene la primera postura. Las correcciones, al deteriorado contexto macroeconómico, no tardarán en llegar, se afirma desde el optimismo.

Mientras el dólar, en cualquier versión, oficial o paralelo, continúo su tendencia alcista, la inflación anunciada desde el Congreso da cuenta que en julio pasado los precios minoristas subieron un 2,5%,. En términos anualizados sería similar a la inflación de 2011 y 2012, años en los que no se ensayaron controles de precios. Desde el Banco Central se volvió a descartar una megadevaluación y desde el Ministerio de Economía, se desecharon ajustes en las cuentas públicas. Casi en simultáneo, se anunciaba que la Unión Europea deja atrás la recesión y algo similar hace rato sucede en EEUU.

¿Cuál de las posturas primará hasta octubre? y, después de octubre, ¿habrá cambios? Dadas las discrepancias estadísticas entre el Indec y las que arrojan las estimaciones privadas, las respuestas cobran relevancia. En efecto, mientras que para el Indec la economía se expande al 5%, para los privados no supera el 3%. Es decir, la reacción de las principales variables macroeconómicas, fue y es distinta, dependiendo de qué estadísticas se consideren.

Tal como se preveía desde el año pasado, la mejor cosecha y precios que al momento de la liquidación se mantuvieron elevados; también la actividad en el sector financiero, la recuperación de la industria automotriz y en menor medida la construcción. Sumado al hecho de no tener que pagar el cupón del PBI, la economía tuvo, en el primer semestre, una importante recuperación, comparada con igual período de 2012. Esto hace que el crecimiento proyectado para 2013, con relación al año pasado, oscile entre el 3% y el 5%.

La profecía

Ante las posturas derivadas de la lectura de las elecciones primarias, si la balanza se inclina para el pesimismo, no habrá cambios; por lo tanto, se profundizarán los desequilibrios. Esto puede resultar una suerte de profecía autocumplida. En la medida que los agentes económicos esperan que la política económica siga el mismo rumbo, la inversión y el consumo del sector privado continuarán manteniéndose sin reacción. De acuerdo con datos del sector privado, la inversión acumulada durante el primer semestre tuvo un crecimiento del 6% con relación a igual período del año pasado, ubicándose en el 21% del PBI desde 2011. El dato relevante es que, pese a las restricciones para importar, el rubro Bienes de Capital se expandió un 10% en junio pasado, en relación con igual mes de 2012. Tal dato podría estar mostrando, que si bien el contexto no luce despejado demasiado alentador para la realización de grandes proyectos, las empresas apuntan al mediano y largo plazo. Buscan renovar su stock de capital, ante posibles desdoblamientos del mercado cambiario u otro derrotero que siga el tipo de cambio. Prefieren no arriesgar la descapitalización tecnológica. Asimismo, muchas empresas usan las líneas de créditos para la inversión productiva y de la licitación de fondos mediante el programa de Financiamiento Productivo del Bicentenario que otorgan tasas muy atractivas para la inversión. La contracara de esto es que el BCRA, al obligar a los bancos a seguir prestando por debajo de tasas de mercado, descapitaliza la industria financiera y en cierta medida ésta debe recorrer el mismo camino de contracción que ya transitó la energética.

¿Qué se espera desde el sector privado para los próximos meses? Más política fiscal y monetaria expansiva. Por lo tanto, más problemas fiscales e inflacionarios. Este escenario le daría la razón a la visión pesimista. Sin embargo, el punto de vista optimista, sostiene que dado que no hay condiciones para un estallido macroeconómico, hay que empezar a ganar tiempo para el momento en que se hagan las correcciones de los múltiples desequilibrios acumulados y se destrabe el proceso inversor.

Desde el gobierno los problemas en el mercado cambiario, la inflación y la pérdida de competitividad continuarán negándose o minimizándose. La cuestión de fondo es que lo mejor para la economía es bajar la incertidumbre. Hay razones para mantenerse en el pesimismo; los problemas seguirán y se agravarán. Pero la tendencia electoral impulsa a que una revisión más o menos profunda, de la política económica. El desafío está planteado.